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Buena Vida

En la web también se encuentra el amor
Tres parejas de Guayaquil cuentan cómo Internet sirvió de Cupido. Desde el viejo MSN hasta las redes sociales ayudaron a que estén juntos.
¿Casualidad o coincidencia? El amor suele llegar cuando menos se lo espera y de las formas menos pensadas. Un mensaje por Messenger, una mención de Twitter, o un ‘guiño’ por chat podrían marcar el inicio de una gran amistad, o tal vez, de algo más. En este San Valentín presentamos las historias de tres parejas que demuestran que el verdadero amor podría estar a un clic de distancia.
La conexión Ponzisek
Cuando Thalíe Ponce leyó a José Miguel Cabrera Kozisek en El Telégrafo, allá por el año 2012, le llamó la atención su estilo (el factor más seductor y encantador que cualquier periodista puede encontrar en otro *inserte emoji de guiño*). Lo buscó en redes y le pareció guapo, pero pensó que todo quedaría ahí. Semanas después, José Miguel empezó a seguirla en Twitter y entonces se inició la interacción. Tenían varias conexiones en común y una pareja de amigos quedó en presentarlos, “unas semanas después nos conocimos y desde ese día, no hemos dejado de estar juntos. Han pasado 4 años y 4 meses”, recuerda Thalíe.
El día en que se conocieron intercambiaron los lentes y esa fue una excusa para volver a verse. Tenían muchas cosas en común: el amor por los libros, la literatura, y ya desde el inicio veían que tenían planes y proyectos que podían convergir en el futuro. Pasó el tiempo y los encuentros empezaron a ser más frecuentes, llegó un momento en que no hacía faltar decir nada, era obvio que estaban en una relación. “Nuestro primer beso fue súper atropellado: ambos lo queríamos, pero creo que entonces no habíamos superado alguna que otra de las etapas que manda la proxémica. Hasta sonó como suenan las ventosas al despegarse”, recuerda divertido José Miguel.
Luego de volver de un viaje a Galápagos, Thalíe y José Miguel se sentían muy cómodos con la convivencia. “Seis meses antes, yo ya sentía que Thalíe era una persona que no solo me gustaba o con la que podía hablar de casi cualquier cosa, sino que además era alguien con quien podía tener un proyecto de vida”, narra José Miguel. Buscaron una casa y encontraron un lugar chiquito pero bonito, y 10 meses después, en octubre de 2014, se convirtieron en los ‘Ponzisek’, que es el resultado de la unión de sus apellidos y también el nombre de su red de wifi.
Ambos consideran que la admiración que sienten el uno por el otro es un elemento importante en su relación. “Son muchas cosas las que admiro de José Miguel, y creo que si no lo admirara, no podría amarlo. Me gusta que con él puedo hablar de mis sentimientos o visión de la vida sin ser juzgada. Me encanta que podemos hablar desde las cosas más complejas hasta superficialidades”, comenta Thalíe sobre su esposo. “Yo admiro mucho a Thalíe porque ella tiene muchas cosas que a mí me hacen falta, empezando por un manejo arrollador de la comunicación personal, tiene un manejo del tiempo envidiable (hasta ahora no entiendo cómo se las arregla para tener dos trabajos, ser productiva en ambos, leer tanto todos los días y tener tiempo para darnos amor a mí y a nuestros gatos). De alguna forma, necesito eso en mi vida, es la persona con la que quiero que me vean los demás”, comenta José Miguel.
Han sido casi cinco años de mucho amor y felicidad para los Ponzisek, que hoy buscan oportunidades de becas para hacer una maestría fuera del país y les gustaría convertirse en profesores universitarios. Divisan un futuro en el que desean seguir ejerciendo el periodismo, charlando mucho sobre sus lecturas y cuidando de sus gatitos.
MSN fue el cupido de Kat y su flaco
Un día, como cualquier otro, Rune Maltesen abrió su MSN y vio una fotografía que capturó su atención. Era una de esas fotos que aparecían por ‘default’ en la página de inicio del extinto Messenger: el retrato de una hermosa chica de cabello rojo, que no pudo evitar querer conocer. Rune no lo sabía, pero estaba a miles de kilómetros de distancia de Katherinne Burbano, la pelirroja guayaquileña que lo había cautivado. Decidido a saber más de ella, se armó de valor y le envió un guiño virtual, y para que Katherinne le pudiera contestar, pagó USD 5.00 a MSN, que serían la mejor inversión de toda su vida.
Rune es de Dinamarca, pero en aquel tiempo, hace trece años, vivía en Malasia. Catorce horas de diferencia separaban a Katherinne de Rune, pero eso no fue un impedimento para seguir conversando y conociéndose. “¡Amaba recibir sus e-mails! Me llenaba de emoción leer sus cartas electrónicas, me levantaba hasta por las madrugadas a leerlas. Me pasaba en un cyber desde las 9 de la mañana hasta las 11 de la noche. Regresaba a mi casa a seguir chateando o enviándole e-mails mientras comía, ¡pobre, hombre! Ya no dormía, ni trabajaba bien”, comenta Katherinne, al más puro estilo de Kathleen Kelly, personaje interpretado por Meg Ryan en la película ‘Tienes un e-mail’.
Hubo un tiempo en que dejaron de escribirse con tanta frecuencia, pero eso solo aumentó el deseo de conocerse en persona. Un 29 de septiembre de 2003, Rune viajó a Ecuador para conocer a la mujer que lo tenía pendiente de su bandeja de entrada día y noche.
“Ella vestía una minifalda de jean, una blusita café y unos tacones muy altos. Podía hacer tanto con esos tacones, ¡hasta caminar perfectamente en la arena! Recuerdo su sonrisa, una gran sonrisa, y su cabello, muy corto y rojo. Nuestra química fue muy grande. Conocerla fue como sentir que éramos amigos desde hace mucho tiempo y nos estábamos reuniendo”, comenta Rune sobre su primer encuentro con Katherinne. Cuando se conocieron en persona ambos se sentían muy tímidos, y su primer beso llegó al quinto día de su llegada a Ecuador, un día antes de que Rune regresara a Malasia.
No tuvieron una relación de novios, pero luego de esto “dieron por sentado” que no saldrían con otras personas. El tiempo pasó rápido, y la próxima vez que se vieron fue para su bendición de aros, y para casarse al día siguiente. Rune ama la forma en que Katherinne convierte una casa en un hogar, lo mucho que se interesa por el bienestar de su familia y la manera en que se entrega a sus hijos. “Mi esposo es mi ancla, estabiliza mi locura y me deja ser yo misma, pero sobre todo, ama todo de mí, sin querer cambiarme nada”, narra Katherinne.
Hoy en día, su familia ha crecido: tienen un hijo, Joshua, de 10 años, y una cachorrita de 6 meses llamada Mille. También han avanzado en el ámbito profesional, son empresarios, y lo que esperan del futuro es seguir amándose cada día más, y también, “esperar a que los niños crezcan y que nos dejen ir de crucero solos”, comenta Katherine entre risas.
El e-mail de Andrea & Esteban
Había una vez un joven alemán llamado Esteban Schröder, había recorrido Sudamérica y llegó a Montañita, Ecuador, sin pensar que una guayaquileña se convertiría en el amor de su vida. Esteban y Andrea González se conocieron hace trece años, cuando un amigo en común, Oscar, los presentó en la playa. Se conocieron y de inmediato hubo química entre ellos, tanto así, que aunque la distancia sería todo un desafío, decidieron intercambiar números telefónicos y correos electrónicos, que eran las formas de comunicación más usuales en aquel tiempo.
“Por medio de correo fijabamos fecha y horas de chat por MSN de hotmail, ya que las llamadas eran muy costosas. Fue para nosotros muy emocionante cuando se implementó la cámara y vídeollamada de Messenger. Eso fue un sueño. Después por Skype y Facebook, había mucha mejor calidad”, comenta Andrea. Cuando llegó la Navidad, Andrea, que era más intrépida y arriesgada que Esteban, lo besó por primera vez. Entonces, ambos supieron que debían llevar su relación a un nuevo nivel y formalizarla.
Sin embargo, un amor a distancia tendría muchos más retos que enfrentar, ¿cómo evitar la monotonía?, algo que podría convertirse en una amenaza para su relación. La química triunfó y 9 años después se casaron. Fue un matrimonio sencillo, pero especial. Se casaron en Guayaquil y unas semanas después viajaron a Alemania para iniciar una vida allá.
En la actualidad, los Schröder son una familia de cinco, y de acuerdo a Esteban, la rutina de la vida familiar se vuelve entretenida con el cariño que se tienen y las ocurrencias de sus tres hijos: Lea, Thiago y Gulliana. Esteban es dulce y amoroso con Andrea, mientras ella es impredecible y divertida, características que son las favoritas de su esposo. Han pasado 13 años desde que se conocieron, pero según Andrea, entre ellos aún hay muchas cosas por descubrir y mucha historia por escribir.