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Buena Vida
Richard Camacho, un cirujano de objetos
La restauración es una combinación de procedimientos que permiten recuperar piezas dañadas dejándolas iguales a su estado original. Richard Camacho es un experto en este arte.
Sus clientes dicen que hace magia. Pero Richard Camacho no es mago, es restaurador. En un pequeño taller ubicado en la avenida Plaza Dañín, en el norte de Guayaquil, trabaja meticuloso —como un cirujano— uniendo piezas y devolviendo a la vida objetos que para sus dueños son de gran valor, pero que por los años o algún accidente, perdieron sus características originales.
Amante del arte, en 1990, con solo 21 años, abrió un pequeño taller en Quito, de donde es oriundo, para poner en práctica lo aprendido en Colombia, donde se especializó en restauración. Su meta fue convertirse en el mejor en su rama, por lo que se inscribió en diversos cursos dentro y fuera del país, con el fin de perfeccionar su técnica.
Poco a poco, su labor trascendió a otras ciudades y, hace 15 años, colocó su sucursal en Guayaquil.
Con nostalgia, recuerda que desde pequeño tuvo vocación por el dibujo y la pintura y confiesa que uno de sus sueños de juventud fue estudiar arquitectura, pero no puedo hacerlo por las dificultades que representaba estudiar y trabajar en aquel entonces. Así, optó por dedicarse de lleno a su negocio.
Para él, su profesión se basa en detalles.
El aprendizaje es constante —asegura— con el pasar del tiempo aparecen nuevos métodos y hay que actualizarse e innovar para que el resultado de cada obra sea único.
Durante sus 28 años de experiencia como restaurador, ha logrado especializarse en vitrofusión, repujado en metales, taracea en madera, vitrales, aplicación de pan de oro, pulido en bronce, baños de plata, reconstrucción de imágenes coloniales y matricería.
En su talleres cuenta con colaboradores que dominan el complejo oficio, pero —para garantizar que el producto terminado sea excelente—, el acabado final lo da él. “Nada sale del lugar sin mi previa aprobación, yo le doy el visto bueno a cada pieza”, dice.
Reparar un objeto que está destruido no es nada fácil, puede tomar semanas y hasta meses, se requiere de muchísima paciencia y determinación. “El trabajo más largo que he realizado me llevó siete meses”, cuenta sonriendo.
Un buen ambiente es primordial si se quiere hacer algo bien hecho, asegura. “Lo esencial es mantener la armonía; desconectarse de la tecnología y escuchar una buena música instrumental para amenizar el entorno, pues ese sería el complemento perfecto para que exista concentración y se haga un buen trabajo ”.
Hoy, Camacho busca un sucesor que al igual que él se apasione con la profesión y que pueda continuar ejerciendo el oficio que tanto ama. No pierde las esperanzas, pero, de no hallarlo, piensa que sus conocimientos morirán con él.
Entre sus proyectos a futuros, están escribir un libro donde pueda plasmar todo lo que logró conocer en su desempeño como restaurador. También le gustaría incursionar en la docencia y poder perpetuar este arte.