Exclusivo
Buena Vida

Los milagros médicos han servido para santificar en otro tiempo a personas como san Cosme y san Damián.

¿Existen los milagros médicos?

En ocasiones se producen curaciones en el entorno hospitalario que los doctores no puede explicar.

No hablamos de curaciones llevadas a cabo por curanderos, por chamanes o por personas que aseguran que su espíritu es “tomado” por el de grandes médicos del pasado, que quieren seguir curando más allá de esta vida. Se trata de curaciones para las que la medicina aún no tiene respuesta.

El doctor Miguel Ángel Pertierra es una eminencia. Hombre de ciencia, tras décadas ejerciendo su trabajo, ha llegado a la conclusión de que los “milagros médicos” se producen. No son placebos; es como si el cuerpo del paciente cobrase una “vida” independiente y empezase a hacer el trabajo que la medicina convencional no puede realizar.

Recientemente ha publicado un libro, fruto de años recopilando casos que rompen en mil pedazos lo que dicta la razón; la razón médica. ‘Milagros médicos’ es el título de una obra extraordinaria, porque demuestra que el ser humano es capaz de llevar a cabo prodigios increíbles, aún en situaciones límite.

Asegura el doctor que “desde nuestros ancestros ha habido curaciones que hoy en día no podemos explicar, aunque en las culturas de tiempos remotos, si bien no existía una medicina como la que conocemos ahora, sí había un concepto de lo mágico, y seguro que curaciones que ahora son del todo explicables, en aquella época no lo eran. Parece, cuando se habla de este tipo de curaciones, que las distintas religiones han hecho de ellas un patrimonio propio, una forma de dar forma y fuerza a sus deidades”.

Este punto es más que evidente en los llamados santuarios marianos, donde cada año acuden cientos de miles de personas que ansían sanar, y que en casos puntuales la Iglesia utiliza para dar más lustre a dichos enclaves -Lourdes o Fátima son un buen ejemplo de ello-.

Sin entrar a valorar si estas curaciones son reales o no, de lo que no hay duda es que si la sanación se produce en un entorno aséptico, donde las creencias personales no tienen cabida y sí el método científico, la cosa cambia.

Porque a decir del doctor Pertierra esto ha ocurrido, con casos vividos en primera persona como este, del que se omite el nombre del paciente por cuestión deontológica: “Este caso es muy especial, debido a que confluyeron una serie de elementos que por mucho que he investigado solo puedo considerar inexplicados, y no solo yo, sino también otros muchos colegas.

Se trata de un hombre de mediana edad al que se le diagnostica un tumor cervical que está pegado a la principal arteria del cuello, la carótida. Es más, está en contacto con un ovillo nervioso que controla entre otras cosas la frecuencia cardíaca y la tensión arterial, y que se llama glomus carotídeo.

Se acudió al llamado Comité Oncológico, del cual fui partícipe ese día, y este decidió realizar un tratamiento paliativo con radioterapia, debido a que el tumor era inoperable, ya que por la zona que ocupaba no podía quitarse con éxito.

Es más, el fin de la radioterapia era, más que curativo, aumentar la calidad y algo de la cantidad de vida del paciente. El pronóstico unánime era que no detendría el avance inexorable de la masa tumoral maligna, que de forma segura llevaría al paciente al óbito o fallecimiento.

Tras aplicarle la radioterapia en el mismo centro hospitalario, pasó a una habitación de la planta de la especialidad de otorrinolaringología, donde, de sufrir el proceso catastrófico esperado, tendría el mejor tratamiento médico o, si precisaba, quirúrgico posibles.

En una de esas largas y prolongadas guardias que he tenido la ocasión de vivir durante el ejercicio de mi profesión, este paciente presentó, por la tarde, una de sus esperadas y múltiples paradas cardíacas”.

Durante una de estas, al parecer, sufrió lo que el doctor interpretó como una “experiencia cercana a la muerte”, en la que al enfermo, “un hermano ya fallecido le había vaticinado que el tumor que sufría se iba a curar, en contra de todo pronóstico y valoración médicos.

Pasaron los días, y en contra del criterio que decía que la radioterapia que se estaba aplicando a este paciente solo era paliativa, el tumor empezó a reducirse de tamaño y a “alejarse”, aunque fuera unos milímetros de la zona de inoperabilidad, hasta llegar a un punto en que se decidió realizar una cirugía, muy arriesgada, pero factible.

Médicamente tendríamos que englobar el caso en el grupo de esas curaciones inexplicadas que a veces se te cruzan en el desarrollo de la profesión médica, en las que el resultado final no es para nada el esperado, aunque en este caso sí muy satisfactorio: ¡la curación total!”.