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Buena Vida

Una de las mujeres somete al periodista pegándole en las piernas.

¡BDSM, sexo a lo salvaje!

El periodista Andrew Posse vivió en carne propia esta dura práctica. Las sesiones incluyen, por placer, amarre, golpes y demás. En una de las actividades simulan asfixia.

Si a la mayoría de personas le preguntan qué es el BDSM responde, de primera, “ni idea”. Aunque cuándo lo saben, sin duda, dirán: “¡quééé!”.

En resumidas cuentas, el BDSM es el sexo con dolor, una cuestionable práctica que se abre paso en Latinoamérica y, en particular, en Colombia.

¿Puede ser el dolor placentero? y, en consecuencia, ¿se sometería a alguna experiencia dolorosa para sentir placer?

En el país cafetero, esta práctica lleva unos 20 años . En el mundo, no hay dato exacto.

El periodista colombiano Andrew Posse se le midió a esta experiencia y, entre otras cosas, narra su vivencia.

Comencemos...

¿QUÉ ES?

La sigla BDSM se resume así: B de bondage, palabra inglesa que significa “esclavitud” y que, en la práctica, se refiere al arte de amarrar con cuerdas, lazos, cintas y plásticos para sentir placer.

La letra D surge de la palabra Dominación. ¿Qué significa esta palabra dentro de esta actividad sexual?

La respuesta se halla en estas preguntas: ¿alguna vez ha tenido el deseo de darle órdenes a su pareja? ¿De indicarle para que haga lo que desea durante alguna situación erótica o durante el sexo?

“Se trata de dominar para exponer los límites del comportamiento radical dentro del juego”, dijo Posse.

La S es por Sumisión, la cual es una de las experiencias más duras dentro de esta práctica.

Se trata de someterse y aceptar cualquier tipo de condición impuesta por alguien. Este lo humilla por medio de golpes e insultos e incluso lo obliga a realizar otras actividades sexuales extremas que por impublicables se dejan a la imaginación. ¿Válido? ¿No aceptable? He ahí la cuestión.

En otras palabras, es convertirse en un esclavo dispuesto a realizar cualquier tipo de orden para sentir placer siendo dominado.

Y la última sigla, la M, representa el masoquismo.

“Esta práctica se reduce en aceptar el dolor como placer y realizar actos violentos por medio de otra persona o uno mismo para poder cruzar una delgada línea dentro de los roles de poder y disfrutar del dolor para lograr llegar a una supuesta iluminación a través de él”, asegura el periodista.

ORÍGENES

Para muchos conocedores, el BDMS tiene sus inicios en la cultura japonesa, a principios de los años 20. Esta práctica es bastante conocida en el mundo “underground”.

Un gran número de individuos hace uso de esta práctica bajo el más absoluto y hermético secreto.

En Bogotá, Colombia, encontramos un lugar en donde practican el BDSM, el cual ofrece una clase de entretenimiento poco habitual al común y bastante extremo para muchos, pero placentero para otros, un sitio al cual ingresan para conocer y probar en carne propia un poco de las prácticas que el mundo del BDSM esconde.

Antes de someternos a esta práctica para poder explicarles mejor de qué se trata el BDSM tenemos las siguientes preguntas:

¿Usted se sometería a una jornada de más de 5 horas continuas de torturas, insultos y maltratos por parte de personas que se dedican a causar dolor como forma de vida? ¿Usted aceptaría que una desconocida lo maltrataran con bofetadas, latigazos y diferentes humillaciones?

En esta práctica existen diferentes tipos de actividades para todos los gustos y, sobre todo, para cualquier tipo de perversiones, fantasías o desviaciones.

Lograr hacer realidad las fantasías más extremas y oscuras puede costar desde 60 dólares hasta 3.000 dólares, dependiendo el tiempo y lo extremo de la actividad y fantasía.

EN CARNE PROPIA...

Ya sabiendo más de qué se trata esta práctica, nos preparamos de una manera casi espiritual para abordar y sentir en carne propia algo que pone a prueba y al límite todos los sentidos, sometiéndome a situaciones que desde un principio logran ponernos a dudar si en realidad estamos dispuestos a soportar tales tipos de tratos.

Participaron tres mujeres como sometedoras. Mi rol durante esta actividad fue ser sumiso, aceptar perder mi dignidad y mi humanidad al estar a la merced de tres diferentes mujeres que hicieron literalmente lo que quisieron conmigo.

Su principal interés era hacerme sentir dolor y humillación, algo que comencé a experimentar desde el momento en que me ordenaron desnudarme, un sentimiento de vulnerabilidad total, donde me sentía observado y desprotegido en un rol en donde, simplemente, me convertiría en un juguete más para la diversión de ellas.

Ama Claudia, una de las mujeres de esta casa del occidente de Bogotá, que a sus 53 años lleva más de 30 años dedicada a esta práctica de infligir dolor y humillación, nos dice con sus propias palabras: “Acá puede venir cualquier persona, hemos tenido desde gerentes de empresas muy importantes que vienen para travestirse hasta militares de altos rangos que se quitan su uniforme y abandonan su rol de dominante para ponerse tan solo un delantal y convertirse en un simple objeto para nosotras, en donde las que ordenan somos nosotras y ellos los que obedecen, desde tirarse al piso hasta obligarles a besarnos los pies”.

“Ama Claudia ofrece una clase de distracción totalmente diferente a las de una sociedad normal”, afirma el periodista.

Cualquiera podría pensar que el BDSM es una actividad para personas locas, personas que tienen desviaciones sexuales o mentales, algo que inclusive llegué a pensarlo a primera vista, pero después de saber cómo se desarrolla y entrevistar a otra de mis sometedoras, una mujer que se hace llamar Samantha Dom, logré entender como esta es una práctica dentro de círculos muy privados.

Para hacer conocer más sobre esta práctica y poderla entender mejor no dudo en hacerme someter, según ella, a algunos de sus actos de amor: infligir dolor a los demás.

En palabras de Samantha Dom: “Mi rol en esta cultura es ser una mujer dominante”. Obviamente esto sucedía mientras me derretía una vela en la espalda, teniendo que darle las gracias por los favores recibidos.

“Repartir dolor físico es lo que más me llama la atención”, dice la mujer.

En ese momento me di cuenta que las que mandan en esta casa eran ellas, tres mujeres que imponen las reglas de lo que para ellas es un juego excitante y, sobre todo, son las que deciden qué hacer conmigo y cómo hacerlo.

Tanto así que el saludo a las mujeres de la casa era de rodillas, sin tener contacto visual directo y besándole los pies...