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Barcelona SC: Ismael Rescalvo, una corazonada errada
La dirigencia de Barcelona SC confió en intuiciones y dejó de lado los procesos. Con el DT español el equipo se desinfló en su año más simbólico
Hay un nombre que resume el fracaso de Barcelona en el año de su centenario: Ismael Rescalvo. No solo por los pobres resultados de su gestión como entrenador, sino también por las razones esgrimidas desde la presidencia para justificar su llegada. Él es el símbolo perfecto del estilo de hacer las cosas en el club.
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Cuando Antonio Álvarez decidió contratar al español, afirmó que “sintió en su corazón” que estaba haciendo lo correcto. La entidad deportiva más importante del país se dirige por latidos e inspiraciones personalísimas, no por procesos ni análisis. ¿Puede salir algo bien a partir de ahí?
Tal vez, si Álvarez no hubiera confiado tanto en su corazón y hubiera actuado como exige el fútbol profesional, habría considerado hechos incontestables: la pobre hoja de servicios de Rescalvo, huérfana de títulos y de momentos relevantes. Incluso sus pálpitos ignoraron que el técnico elegido venía de un paso reciente por Emelec, el rival de patio, donde mantuvo durante cuatro temporadas su habitual línea perdedora.
Emelec, bajo la conducción de Rescalvo, logró el subcampeonato de 2021 (superado con holgura por Independiente del Valle en la final). Después vinieron un octavo, un quinto y un sexto puesto: ubicaciones modestas que nunca pusieron en peligro su continuidad. Ni siquiera Nasib Neme, presidente azul de entonces, tocó su cargo. Solo se marchó cuando llegó José Pileggi y negoció la rescisión de un contrato que, por cierto, el cuadro eléctrico todavía no termina de pagar.
Con esos antecedentes, ¿se podía esperar algo distinto a lo ocurrido? Rescalvo no solo no mejoró la campaña de Segundo Alejandro Castillo, sino que la empeoró. Las cifras hablan por sí solas: cuando llegó el actual DT, Barcelona era segundo en la LigaPro, a tres puntos de Independiente del Valle. Hoy, a falta de dos fechas para el cierre y con IDV ya campeón, el equipo es tercero y está a 12 puntos de los sangolquileños (con solo seis por disputar).
Rescalvo continuará en 2026 y es legítimo preguntarse qué sostiene una campaña tan mediocre y poco prometedora, incluso inferior a la de su predecesor. Aquí entran en juego diferencias que poco tienen que ver con lo profesional y mucho con estigmas arraigados no solo en el fútbol, sino en la sociedad ecuatoriana. Mientras Castillo es ecuatoriano y negro, Rescalvo es blanco, europeo y habla con ese acento que asociamos a los grandes escenarios del fútbol mundial.
En este medio, el técnico local siempre parte en desventaja frente a una mentalidad colonial y malinchista que se resiste a derrumbar sus muros. Todos esos complejos y el racismo estructural necesitan disfrazarse para ser publicables. Quienes desde la opinión pública se inclinan automáticamente por entrenadores cuyo mayor mérito es ser extranjeros tienen que rascar el fondo de la olla con argumentos rebuscados.
El juego de las estadísticas

Rescalvo, por eso, cuenta con un sostén mediático que amortigua las críticas y que, ante el peso evidente del fracaso deportivo, ya ha quedado en ridículo. Por ejemplo: cuando Universidad Católica -dirigida por un ecuatoriano, Diego Martínez- sometió 3-2 a Barcelona en el Monumental, el calvario que sufrieron los amarillos en la cancha fue ignorado para destacar que “las estadísticas dicen que hoy Barcelona hace el 76 % de pases progresivos, más que en la época de Castillo” y otras majaderías del mismo calibre.
Que nadie se llame a engaño. La estadística y la data -hoy al alcance de cualquiera con un teléfono y conexión a internet- aportan cuando quien las maneja tiene capacidad para contextualizarlas, interpretarlas y exponerlas. De lo contrario, solo forman parte de la sobredosis de información que ha desvirtuado la raíz lúdica del fútbol y lo ha convertido en una especie de física cuántica inaccesible para las multitudes a las que históricamente pertenece.
La lotería de las estadísticas, donde cada uno saca el número que más le conviene para ganar una discusión, no se la traga la gente. La mejor respuesta es ese Monumental semivacío, fruto de un juego predecible, sin capacidad ganadora y donde solo un par de jugadores (Gastón Campi y Joao Rojas, por ejemplo) destacan más por voluntad individual que por el sistema que los rodea.
Las gradas frías del Monumental son el rechazo rotundo a una campaña como local insostenible: de 33 puntos en casa, Rescalvo apenas rescató 11. Así convirtió el año del centenario en un vía crucis, en lugar de la fiesta que esperaba la hinchada más grande del país.
Barcelona ha vivido momentos mucho más oscuros -2000 y 2009, cuando rozó el descenso-, pero al menos en aquellas crisis mostró temple y rebeldía. El equipo de 2025, en cambio, pasará a la historia como un chiste de dudoso gusto y como el ejemplo perfecto de cómo las ilusiones exageradas pueden dañarlo casi todo en el fútbol. En la cancha y en el escritorio faltó timón.
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