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Diario Extra Ecuador

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¡En busca de sus límites!

MIllán Ludeña buscará derribar los muros de la Lógica en agosto, corriendo en el punto más lejano y más cercano al sol. El “miedo” comienza a surgir.

El guayaquileño visitó las instalaciones de Diario EXTRA.

El guayaquileño visitó las instalaciones de Diario EXTRA.Foto: Mariuxi Cáceres / EXTRA

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Encerrado en un baño turco a 46 grados y un 100 % de humedad, sobre una bicicleta estática y con instrumentos sobre su cuerpo que recolectan su sudor, Millán Ludeña se exige hasta el desmayo. No es un accidente, sino el objetivo mismo de la prueba, que busca comprobar cuánto puede soportar su cuerpo en unas condiciones extremas, que pronto encontrará.

En su mente, cuando despierta, dibuja una y mil veces el recorrido que se ha propuesto cumplir. Este ecuatoriano de 37 años, atleta amateur pero aventurero profesional, está a pocas semanas de intentar entrar en la historia. El 16 de agosto en la noche viajará a Sudáfrica, para sumergirse en el fondo de la tierra y correr media maratón en el lugar más lejano al sol. Inmediatamente, regresará al país para hacerlo en el más próximo.

Pocos estarían dispuestos a seguir sus pasos. Incluso él mismo avisa que no lo hace para que le “imiten”, sino para que “todos vean que cuando uno se propone retos, los consigue”. El suyo es de máximo nivel.

Tanto que en caso de lograrlo conseguirá dos récords Guinness por correr 21 kilómetros en el lugar más profundo del mundo, la mina Mponeng, en Sudáfrica, y en la cumbre del Chimborazo. Parece una historia de fantasía, pero es real. El reto se llama ‘From Earth’s core to the sun’, (Desde el núcleo de la tierra hasta el sol).

“Soy un deportista de retos extremos y mi mensaje al mundo es que los ecuatorianos estamos para realizar grandes cosas, cualquier desafío de talla mundial”, explica Ludeña, con una mirada tan profunda como la mina a la que retará.

Una carrera de riesgo

“Cuando corrí los 100 kilómetros en la Antártida, entendí que ya lo había hecho en el lugar más caliente (Sahara) y más frío de la tierra. Me propuse, entonces, juntar el más profundo y el más cercano al sol”. Una explicación que le define. No solo por la sencillez con la que razona su plan, sino por la búsqueda incesante de nuevas aventuras.

Cimentó las bases de esta nueva experiencia, que con el tiempo fue tomando fuerza, hasta encontrar patrocinios y un equipamiento que fue mucho mayor del esperado. La planificación que necesitan ambos retos es mayúscula, lo que le obligó a aplazar un mes el viaje. Finalmente, todo está listo y la segunda quincena de agosto se embarcará.

Ahora, cuando solo quedan los últimos entrenamientos y los detalles de organización, admite que surge cierto “miedo”. Pero, precisamente, eso es lo que le mueve algo por dentro y lo anima a continuar.

Siempre con una sonrisa, se atreve incluso a bromear sobre los riesgos que correrá tanto en las profundidades de Sudáfrica, como en el ascenso al volcán. Menciona las palabras ‘paro cardiaco’ y ‘edema cerebral’ con tanta naturalidad como responde a la pregunta sobre qué sucederá si su cuerpo no aguanta el calor asfixiante: “Me podrían inyectar cortisol, me suben rápido y no cumplo el reto”, cuenta encogiendo los hombros y con una tímida sonrisa.

Su vida estará en peligro, pero aclara que en todo momento habrá un equipo médico supervisando sus movimientos. Además, está tomando todas las previsiones posibles en la preparación. Entre ellas, entrenarse en la ascensión de montañas desde febrero, así como un secreto que le ilusiona.

Consciente de que en cinco días perderá la aclimatación y de que su reto, entre que llega a Sudáfrica y regresa al Chimborazo, ocupa cuatro días, apurará hasta el último momento para estar en lo alto del volcán ecuatoriano: “Justo antes de viajar, viviré cuatro días en el refugio del Chimborazo, a 5.000 metros. Será como cuando Rocky preparaba su combate contra el ruso”.

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