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Doménika Arellano y el copiloto de su vida: cuando papá acelera sueños
Ella es la piloto más rápida de Ecuador. Su historia se forja con el apoyo sin límites de su padre
A los 16 años, Doménika Arellano no solo es la piloto más rápida del Ecuador. Es también la protagonista de una historia de amor incondicional, complicidad y velocidad. Su padre, Cristhian, no solo ha sido su acompañante en la pista: ha sido su primer impulsor, el que creyó en ella cuando apenas podía caminar, y el que decidió pisar el acelerador junto a su hija sin miedo, incluso cuando el camino parecía cuesta arriba.
Una infancia entre motores y pantalones con bolsillos
Antes de que Doménika pudiera leer, ya pasaba los días entre talleres, herramientas y motores. Mientras otras niñas usaban vestidos, ella prefería pantalones con bolsillos para guardar sus juguetes. “Ella nació en las pistas”, dice Cristhian. Y él lo tuvo claro desde el inicio: no quería criar a una princesa de cuentos, sino a una chica guerrera. “Yo no quiero una princesa para que me digan suegro algún día, quiero una mujer que sepa defenderse y que sepa que todo es posible”.
A los siete años se subió a su primer kart. A los nueve, ya era vicecampeona sudamericana. Hoy, ha rozado los 250 km/h en la pista de Ferrari en Maranello y representa al Ecuador como la única mujer en el automovilismo internacional.

El copiloto de su vida: más que un padre, un impulsor
Pero más allá de los logros, lo que conmueve en su historia es ese lazo irrompible con su padre, el verdadero copiloto de su vida. La confianza entre ambos va más allá de los circuitos. Han saltado juntos en paracaídas, han hecho puenting, parapente… y también travesías emocionales difíciles. “Siempre me ha dejado soñar más. Nunca me dijo ‘eso no se puede’, siempre fue ‘tú puedes’”, dice la joven con una sonrisa más luminosa que cualquier podio.
En redes sociales, ella comparte algunas de estas aventuras. Un video de su salto en paracaídas con su papá alcanzó más de un millón de likes y generó miles de comentarios. Entre ellos, uno lo resume todo: “Ese es el tipo de padre que forma a una campeona”.
Los recuerdos se acumulan como trofeos invisibles. Cuando era niña, Cristhian la motivaba regalándole un peluche después de cada carrera; ganara o perdiera. Su habitación llegó a estar llena de ellos. En los aeropuertos, convertía sus piernas en almohada para que ella pudiera descansar. “Se quedaba totalmente quieto para no despertarme”, recuerda Doménika con una dulzura que desarma.
Un sueño a toda velocidad, pero con obstáculos reales
Pero no todo ha sido fácil. “Lo más duro ha sido no tener plata”, confiesa el padre. Recuerda cuando su hija clasificó al Mundial de Karting en Francia. Ella corrió a abrazarlo gritando “¡Nos vamos a Francia, papi!”, mientras él “lloraba por dentro”… sabiendo que no tenían el dinero para costearlo. Dos días después, una institución financiera los llamó para auspiciarla. “Un milagro”, lo llama hoy.
Ahora el objetivo es más ambicioso: llegar a la Fórmula 4. Cuatro equipos europeos ya la han invitado. Su próximo paso es entrenar con la FPA Formula Panama Academy, pero necesitan 188 mil euros. “Si cada uno de sus 200 mil seguidores en TikTok pone un dólar, el sueño se cumple”, dice Cristhian con humor, pero con fe.
Lo que más le duele no es la cifra, sino la falta de apoyo local. “Me parte el alma que un equipo panameño quiera apoyar a mi hija… y que mi país no”, confiesa.

Aun así, la esperanza no se detiene. Doménika no se quiebra. Si cae en una carrera, se levanta. “Él nunca me dijo: ‘pobrecita’. Me decía: ‘levántate, sé valiente’”, recuerda. Esa firmeza amorosa la ha formado.
Y mientras ella mira hacia adelante, él lo tiene claro: “He creado una guerrera. Si algún día te falto, ya sabes qué hacer”. “Gracias por confiar en mí, por estar ahí siempre, por sacrificar tanto. Eres parte de lo que soy”, le dice su guerrera.
Porque hay historias que van más allá del deporte. Que corren más rápido que los motores. Que ganan sin necesidad de una meta. La de Doménika y Cristhian Arellano es una de ellas.
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