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La hermana Mónica apoyaba a la selección.

Para la ‘Tri’ los rezos de las Franciscanas no fueron suficientes

Las hermanas franciscanas dejan solo por un momento de orar para mirar el partido de Ecuador. Alaridos, emoción y nerviosismo, son los sentimientos que entre todas comparten.

Después de rezar al ‘Santísimo’ fueron a la Sala de Reuniones a ver el partido. Las hermanas Mónica, Sandra, Susana, Adriana y Luz de América se instalaron en un lugar amplio con grandes muebles blancos, un escritorio y un televisor en la pared. Las mujeres estaban listas para ver el encuentro entre Ecuador y Uruguay, la tarde del 10 de noviembre.

A las 18:30 del jueves ya había transcurrido media hora del primer tiempo. Uruguay se imponía a Ecuador con un gol de ventaja. Mientras se ponían cómodas y picaban bocaditos de maíz con mousse de atún, Adriana recordó que tenía la camiseta de la Selección y salió a buscarla. Se la puso sobre el hábito café que viste.

Las religiosas forman parte de la Congregación de Hermanas Franciscanas de la Unidad Educativa Santa María de los Ángeles, en el sur de Guayaquil. Ellas viven dentro del colegio. Es una casa de dos pisos donde todo luce limpio y ordenado, un lugar construido solo para ellas.

Las mujeres no dejaron de pensar en Dios en ningún momento. Él, según ellas, las acompaña hasta en el partido. Mónica -que aparenta no menos de 65 años- usa lentes ovalados, mantenía el semblante sereno y sonreía, mientras exclama “¡qué alto que le diste, hombre!”. Lo decía cuando uno de los seleccionados estaba cerca de meter un gol. Alzaba sus brazos y gritaba “¡Echemos la bendición!”. Todas bendecían la pantalla de la televisión...

Ellas miraban fijamente cada movimiento de los jugadores. Adriana, la de la camiseta, rogaba por una anotación. Lo mismo hacían Luz de América y Susana. En el minuto 41, Mónica se levantó de su asiento y exclamó “¡ay!”, justo al ver un movimiento que aproximaba a un gol.

El gol de Felipao, que daba el empate para Ecuador, las tomó por sorpresa. Concentradas en la pantalla, comentaban lo cerca que estaba la Selección de atacar el arco contrario. En el minuto 46, vieron algo que parecía ser una jugada de gol. Se hizo el silencio, vieron la repetición y confirmaron que sí, Ecuador había hecho su primer tanto. Mónica, Sandra y Luz de América se levantaron para festejar, aplaudían y daban alaridos. La felicidad duró segundos.

Dos minutos después de la hazaña de Caicedo, el uruguayo Diego Rolán apagó la fiesta. Ellas no querían aceptar lo que sus ojos veían. Esperaban que Ecuador responda. “Es que se confiaron porque no hacen otro”, decía Sandra. Y entonces terminó el primer tiempo.

En los 15 minutos de receso, Susana preguntó por el resultado del partido entre Colombia y Chile. Entonces Sandra ‘googleó’ en su celular. “Parece que quedaron cero a cero”, respondió.

Con un marcador desfavorable para Ecuador, al iniciar el segundo tiempo las monjas ya no lucían tan emocionadas como en el principio. Mónica revisaba su celular, Facebook, escuchaba y miraba algunos videos; lo mismo que Adriana.

Sandra optó por sentarse en la computadora. Susana y Luz de América mantenía la fe en que podía ocurrir el ‘milagro’. Ya casi no miraban el televisor. Solo alzaban la mirada para confirmar que los jugadores ecuatorianos cerca un gol que, finalmente, no llegó. “¿Qué te cuesta meter ‘otrito’?”, decía Mónica, quien se cansó de esperar una anotación que no se concretó.

El árbitro brasileño Sandro Ricci pitó. El partido terminó. Siendo las 20:30, las hermanas se alistan para ir a dormir. Ellas prometen apoyar a la Selección, pero advierten que lo harán siempre y cuando no se cruce con sus horas de orar a Dios.