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Ni el “Hulk” ecuatoriano supera la garra de la hinchada peruana en Quito

La hinchada peruana supera a la ecuatoriana en las afueras del estadio Olímpico “Atahualpa” de Quito.

La hinchada peruana supera a la ecuatoriana en las afueras del estadio Olímpico Atahualpa de Quito, pocas horas antes del partido en el que las selección local se medirá con la de Perú por la decimosexta fecha de las eliminatorias suramericanas del Mundial de Rusia 2018.

Tampoco es que sea una marea de personas las que portan camisetas blancas con la franja roja del equipo peruano, pero en los alrededores del Atahualpa, sí se ven más de esas que de las amarillas con azul y rojo que representan al cuadro dirigido por el argentino nacionalizado boliviano, Gustavo Quinteros, pese a que juega de local.

La hinchada peruana también supera en ánimo a la ecuatoriana: cantan, bailan, gritan consignas, y hay quien incluso luce unas grandes alas rojas y el nombre de Perú coronando su cabeza, en medio de un grupo que, en alegre coro, le canta a la selección visitante.

“Yo me llamo Perú, con P de patria, la E de ejemplo, la R de rifle, la U de la unión”, canta a todo pulmón José Luis Saavedra, un abogado de 38 años que llegó ayer a Quito tras un viaje 19 horas en autobús desde Sullana (Piura), en el norte de Perú.

En las afueras del hotel donde se hospeda la selección de Perú tras llegar anoche a Ecuador, Saavedra dice tener “la ilusión intacta” por el triunfo de su equipo e incluso ha ofrecido a su esposa y familia que “si esto camina muy bien” los lleva a Argentina “a celebrar la clasificación después de 32 años a un mundial”.

A su lado, el peruano Carlos Ayllón, no para de alentar a la selección bicolor. Llegó desde Estados Unidos con la ilusión de ver triunfar al cuadro dirigido por el argentino, Ricardo Gareca.

A sus 33 años, con una bandera en la que se lee el “caminante viajero de la selección”, Robert Mendivil asegura haber acompañado a su equipo por al menos diez países. Afónico de tanto gritar, cuenta que ha hecho “una promesa con Dios y con el país de estar con la selección”, ofrecimiento que financia con la venta de artesanías.

La ruidosa hinchada peruana, que tiene su esperanza depositada en el delantero Paolo Guerrero, supera notablemente a la ecuatoriana, al menos fuera del estadio donde el ulular de vendedores de entradas para el partido se escucha hasta por unas seis cuadras.

En medio de su preocupación por la poca demanda de billetes y su consecuente caída en el precio conforme se acerca la hora del partido (21:00 GMT), uno de los vendedores comentó a Efe que se esperan entre 2.000 y 3.000 aficionados peruanos.

La hinchada ecuatoriana no ha sido en esta ocasión muy efusiva pese a que este podría ser el partido que mantenga a la selección en la ruta a Rusia.

Con la camiseta de la selección autografiada por los jugadores y un inmenso balón de fútbol hecho en tela, con las mismas firmas, Patricio Muñoz, de 60 años, con la cara pintada con la bandera del país, sostiene una bandera de Ecuador fuera de la puerta principal del estadio.

Llegó desde Miami para el partido y guarda tanta fe en su selección que ya tiene comprado el pasaje a Rusia. ¿Y si no clasifica?.

“Igual me voy porque hay que apoyar a la selección en las buenas y en las malas”, subrayó al tiempo de lamentarse del poco apoyo al cuadro en las afueras del estadio, en la zona centro-norte de Quito.