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Efrén Rosado y John Quiroz se divierten pitando en los torneos barriales de Guayaquil

En ocasiones, a los réferis les ha tocado correr para que no los linchen. Todos los fines de semana recorren los campeonatos 

Barrial Guayaquil
John Quiroz y Efrén Rosado llevan unos 25 años arbitrando juntos.Christian Vásconez

Efrén Rosado y John Quiroz, de 58 y 54 años respectivamente, hicieron su carrera como futbolistas, pero de barriales. De ‘pelados’ fueron peloteros y para seguir en el balompié, deporte al que aman, se convirtieron en réferis.

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Juntos desde hace aproximadamente 25 años, disfrutan de impartir justicia en los torneos de diferentes puntos de Guayas y otras provincias. Ellos se conocen bien, tanto así que con una mirada o un movimiento de sus manos se comunican las decisiones.

“Nos conocimos jugando en los barriales y terminamos siendo árbitros porque sufrimos lesiones. Yo me quebré la rodilla, por eso no seguí jugando. Llevamos más de dos décadas arbitrando juntos, incluso hicimos el curso con Alfredo Intriago”, recuerda Rosado con nostalgia.

Ellos no tienen un trabajo estable. De lunes a viernes se dedican a realizar cachuelos. Hacen de comerciantes, albañiles... lo que les salga. Pero los fines de semana sacan sus uniformes y sus ‘lonas’ para pitar en los barriales.

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Ellos arbitran en los barriales del Paraíso de la Flor, Guasmo, Monte Sinaí, entre otros.Christian Vásconez

“Esto es un hobbie y un ingreso adicional, que ayuda para la comida. Por partido cobramos 10 dólares para cada uno. Los dos días pasamos ‘a full’ arbitrando, pero no nos cansamos. Ya no podemos jugar, pero seguimos en el fútbol”, dice entre risas Rosado.

Pero así como disfrutan de arbitrar, también les ha tocado salir ‘soplados’ para que no los linchen.

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“Hace 18 años tuve que correr para que no me peguen. Fue en la explanada del Hospital Luis Vernaza. Unos jugadores se molestaron porque perdieron. Tuve que correr unas cinco cuadras y subirme al vuelo a un taxi para que no me alcancen”.

Igual le sucedió a John. “En Posorja, los perdedores se ‘picaron’ y me querían golpear. Tuve que meterme a la casa de una señora para resguardarme y llamar a la policía, para que me saquen del lugar. Hemos pasado sustos, pero disfrutamos esto”.