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Gabriel Romero juega como extremo izquierdo, en la misma posición que su ídolo Neymar.ALEX LIMA

Gabriel Romero, la promesa de 14 años que lucha por su sueño desde Ciudad de Dios

Gabriel Romero, de 14 años, entrena de lunes a viernes y trabaja los domingos en construcción para pagarse los pasajes

A sus 14 años, Gabriel Romero ya sabe lo que significa sacrificarse por un sueño. Vive en Ciudad de Dios, un barrio popular del noroeste de Guayaquil, y entrena a diario con la convicción de que el esfuerzo le abrirá las puertas del fútbol profesional.

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Actualmente forma parte de la escuela Enrique Saltos, donde comparte cancha y pasión con su hermana Kristel, de 16 años, quien es arquera.

Domingos de construcción para pagar el pasaje

Gabriel no solo enfrenta el desafío deportivo; también ‘gambetea’ obstáculos económicos, tal como lo hace su ídolo Neymar con los rivales. Para poder asistir a las prácticas, de lunes a viernes entre las 15:00 y 17:00, ‘cachuelea’ los domingos.

Gabriel viaja unas 3 horas en transporte público, entre la ida y vuelta, para poder entrenar.ALEX LIMA

“Ayudo en una construcción, paso bloques y me gano unos 10 dólares. Con eso pago mis pasajes”, cuenta con una madurez inusual para su edad.

Trabajo, colegio y fútbol: una rutina de sacrificio

Su rutina diaria comienza temprano, con el colegio. Al salir, llega a su casa a eso de las 12:15, almuerza ‘al vuelo’ y se alista para tomar tres buses hasta la cancha, ubicada en la ciudadela El Cóndor, en el norte de la ciudad.

El viaje en transporte público le toma alrededor de una hora y media y representa un gasto diario de $2, incluido el retorno.

El apoyo incondicional de su madre Elena

Su mamá, Elena Romero, lo apoya en todo lo que puede. “A veces no tenía dinero y salía a prestar para darnos el pasaje”, recuerda Gabriel con gratitud. Es por eso que decidió aportar con lo que puede, para no dejarle la carga a su mamita.

El apoyo incondicional de su madre Elena

El camino de Gabriel hacia el profesionalismo comenzó en la escuela Castillo, donde entrenaba en el Parque Samanes. Sin embargo, se cambió al club Enrique Saltos cuando en su anterior equipo ya no había categoría para su edad.

La decisión estuvo motivada por su hermana, quien ya formaba parte del plantel. “Me gusta estar aquí porque jugamos bastantes torneos y me puedo mostrar. Además, porque entreno con mi hermana”, comenta emocionado.

Gabriel y Kristel comparten más que entrenamientos: en casa también practican juntos. “Ella es arquera, yo le pateo. Llevamos la pelota a todos lados. Somos felices en el fútbol”, dice emocionado.

Son los únicos dos de siete hermanos que han elegido el fútbol como camino de vida. “Si quiero alcanzar mi sueño, debo meterle empeño”, afirma con determinación. Esa dedicación se refleja en cada jornada, que termina cansado de los entrenamientos.

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