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Griezmann, una vida como charrúa
Martín lasarte y Carlos Bueno, primer técnico y principal amigo de la estrella francesa, cuentan a Diario EXTRA sus recuerdos uruguayos con el jugador que mañana temerán en el duelo de cuartos de final del Mundial.

Lasarte hizo debutar a Griezmann en la temporada 2009-2010, año en el que Real Sociedad ascendió a primera división en España.
“Soy medio uruguayo”. Así se define el propio Antoine Griezmann. Toma mate, hace barra por Peñarol y baila cumbia uruguaya. Ama tanto el país sudamericano que Carlitos Bueno, su primer amigo de ese país, cree que si es capaz de anotar mañana en los cuartos de final ante Uruguay “no lo gritará”. El delantero y Martín Lasarte, el técnico que hizo debutar al galo, atendieron a Diario EXTRA en exclusiva y recorrieron los caminos que le hicieron al jugador, hoy del Atlético Madrid, convertirse en charrúa hace siete años.
Griezmann es el símbolo del resurgimiento de la Real Sociedad. La luz que iluminó el camino de un club histórico del fútbol español en sus años más negros, cuando intentaban regresar a la élite. Muy joven, aún sin formar, Lasarte apostó por él. Se convertiría con el paso de los partidos en ídolo y clave para el ansiado ascenso en la temporada 2009-10. El gran día, en la fiesta de la consagración, fue llevado a hombros portando una ikurriña, la bandera del País Vasco. Esa, por supuesto la roja, blanca y azul francesa y la uruguaya son las tres que marcaron su vida.
Mañana, en Nizhny Novgorod, enfrentará a una de ellas, quizá la que más influyó en su vida hasta el punto de tener a Diego Godín como padrino de su hija. “Teníamos mucha cercanía y él siempre se interesaba por la situación de Uruguay. Le contaba las necesidades de Sudamérica, que todo es mucho más forzado y hay que hacer más sacrificio...”, inicia en su relato el estratega, vía telefónica con este periódico. En aquellas charlas, el líder y descubridor de Griezmann cuenta que intentó convencerlo de que se hiciera hincha de Nacional, su club y en el que fue campeón recientemente. “Pero Carlitos ya le había comido la cabeza para ser de Peñarol”.
“Así es, me lo había llevado”, admite entre risas Bueno. “Nos hicimos muy amigos, siempre le dije que Uruguay es el país más lindo del mundo y que cada uruguayo ama a su país como a nada en el mundo”. Aquello debió convencer al galo, ya que ‘el papi’, como le llamaba Antoine, y el propio zurdo compartían muchos momentos, tantos como mates de camino a los humildes estadios en los que aquel año les tocó competir. Además, en los tiempos libres Antoine lo visitaba en su casa. “Tenía una camiseta de Peñarol y él se la ponía siempre para mirar los partidos, cantaba las barras y celebrábamos juntos los goles”.
Un año que forjó el carácter competitivo del galo. No solo por estar junto a estos dos charrúas, sino porque la Segunda División, y más para un jugador de diecisiete años con poco físico, requiere de ciertas prácticas para triunfar. “Jugué en Europa cuatro años y algunos compañeros se sorprendían con algunas cosas que hacía. Pero Antoine las tenía, las provechaba y fue clave”, destaca Lasarte. Se refiere a “no dejarse amedrentar, ser contestario o hacer enojar al rival” buscando sacar provecho, como buen canchero sudamericano, de “armas que hay que utilizar”.
“Tengo algo de uruguayo, como su estilo de juego en el que dan todo por el equipo, no se dan nunca por vencidos y ayudan a sus compañeros. Es una nacionalidad y un país que adoro”, admitió esta semana el jugador en rueda de prensa. Su amor es correspondido, según Bueno, “sobre todo por los hinchas de Peñarol”. Eso sí, mañana “nadie lo va a ver como diariamente lo vamos a ver, como un francés más al que hay que ganar”.
Bueno ya habló con Antoine para advertirle. En cuanto clasificó Uruguay le escribió un mensaje: “Mirá que vamos a ir por ti”. Aquella frase no sorprendió al francés, que sabe mejor que nadie que “cuando inicie el partido no va a importar nada más, no hay amistad”, como dice Bueno, quien durante toda la Copa del Mundo ha charlado con él.
Como Lasarte, el artillero espera que Uruguay gane y pueda igualar las semifinales de 2010 en el torneo internacional, aunque también desea un buen rendimiento de Griezmann. Ambos están nerviosos por el cotejo. “Antoine nos conoce mucho porque entrena y comparte con Godín y Giménez, e incluso con Diego tiene un vínculo creado a deseo, pero también es cierto que ellos lo conocen a él y es una cuestión de ida y vuelta”, analiza el técnico.
Creció una estrella
Griezmann quiere a un país y a un club al que nunca pudo ir a alentar, pero su carácter se cimentó en las canchas de Zubieta, el centro deportivo de la Real Sociedad. “Nos quedábamos juntos lanzando tiros libres, tiros penales, rematando de cabeza... Lasarte ahora destaca esto de Antoine, pero entonces se enfadaba”, bromea el goleador, consciente de que Martín destacó en la conversación con EXTRA que Bueno fue quien le enseñó a cabecear. “Siempre le dije que él, por no tener mucho cuerpo, lo que debía hacer es ser inteligente, desmarcarse bien y buscar rematar solo. ¡En el cuerpo a cuerpo no tenía nada que hacer!”.
Aquello fue clave en el crecimiento del adolescente que era entonces Griezmann y su descubridor lo ejemplifica con los tiros libres: “No le pegaba bien y mirá ahora, ante Argentina casi hace un golazo”. Ese afán de superación es lo que más valora el entrenador, aunque admite que nunca pensó que se fuese a convertir en top-5 mundial. “Era rápido, centraba bien y tenía gol. Un coctel muy interesante. Además de todo eso, siendo tan joven parecía un hombre, era muy inteligente en la toma de decisiones que en el fútbol muchas veces pasa desapercibido”.
Le apostaron, tanto Bueno como Lasarte a un “niño divertido y feliz, el mismo que todavía sigue siendo” y al que ya veían como “un chico que iba a ser importante”. Lo que nunca pensaron es que años después fuese a cruzarse en su camino como su rival para alcanzar las semifinales de un Mundial. Uruguay, en el corazón de Antoine y de 3.5 millones de charrúas, está ante una oportunidad de escribir la historia mundialista.