Luis Hurtado tuvo que esperar 15 años para volver a saborear la gloria del Clásico Hípico Diario EXTRA. Nacido en Junín, Perú, llegó a Ecuador en 2010 y ese mismo año celebró su primer triunfo en esta competencia, montando a la yegua Romanita.

Quince años después la historia se repitió, pero ahora con el imponente Koksal, en la sexta carrera de una jornada que quedará grabada en la memoria de los aficionados que van al hipódromo Miguel Salem Dibo, mejor conocido como El Buijo.

Una historia que se repite a los 15 años

“Han pasado 15 años y vuelvo a ganar. Recuerdo que la primera vez apenas había llegado aquí. Estos premios son una motivación enorme para seguir”, manifestó Hurtado entre sonrisas y emoción.

Su éxito no sería posible sin el trabajo ‘detrás de cámaras’. Adrián Roncancio, encargado del cuidado de Koksal, destacó que todo se logra con disciplina, constancia y el respaldo de los dueños del caballo.

“Gracias a los lectores de EXTRA y al Diario por apoyar la hípica. Esto va en su honor. Fue una carrera vibrante, emocionante. Es mi segunda Copa EXTRA. Toda la semana me preparé para esto”, agregó Hurtado, mientras los aplausos de los aficionados llenaban la recta final del hipódromo.

La entrega del trofeo tuvo un momento emotivo: los pequeños José Antonio y Alfonso recibieron junto a su padre Carlos Riesco el premio del Clásico Diario EXTRA, de manos de Jerson Ruiz, de la redacción deportiva, y los pequeños disfrutando cada instante sonrientes y con los ojos brillantes.

Debutantes en las apuestas

Y mientras en la pista se escribía la historia de la hípica local, en las gradas se vivían otras escenas. Don Galo Galarza, el ‘manicero’ oficial del lugar, siempre provisto de maní con limón y ají, se animó a probar suerte: invirtió un dólar, sin saber nada de caballos.

Perdió la ‘lata’ apostada, pero lo más divertido ocurrió cuando una pareja de jóvenes, primerizos en la hípica, le preguntaron a él a qué caballo le podían apostar, porque pensaban que era un experto. Los ‘pelados’ siguieron los consejos de don Galo y, obviamente, también perdieron.

Son historias que muestran cómo cada domingo El Buijo, en la vía Guayaquil-Samborondón, se transforma en un escenario lleno de emociones, sueños y sorpresas.

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