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Diario Extra Ecuador
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Miguel Ángel González, Sangolquí
La atención de los aficionados se enfocaba en la gran pantalla que se erigió frente al monumento a Rumiñahui, en Sangolquí. Anoche, sobre el televisor gigante que se improvisó había un gran cartel que tenía la frase ‘Locura del Valle’, y tanto que se desató la locura en el Valle.
Frente a esta suerte de sala de cine, la fanaticada del Independiente del Valle gritaba con euforia por el equipo de sus amores. En medio de toda la alegría, destacaba el hombre de la máscara. Su alegría se desbordaba en los cánticos hacia los ‘rayados’ empujando hacia la histórica clasificación a la final de la Libertadores.
Su nombre es Édgar Calderón y lleva 9 años como seguidor del conjunto que alguna vez rozó la segunda categoría antes de alcanzar el éxito en la serie A. “Siempre hemos sido humildes. Llegamos hasta donde estamos con mucha garra y corazón. Siempre les seguiré, no solo por los resultados”, contaba con entusiasmo el hombre. Su corpulencia se escondía debajo de la camiseta del Independiente. Sus brincos revelaban la felicidad que tenía por los logros conseguidos.
El nerviosismo
El partido comenzó muy mal, pero pronto se recuperó la ilusión. El silencio reinó con el gol de Pavón, los gritos se apagaron pero Calderón los levantó a todos.
Creyeron en la remontada, y por eso, cuando Luis Caicedo mandó la pelota a las redes, los sangolquileños enloquecieron. El Blue Demon criollo se levantó, tomó una vela y la encendió al Niño Divino que estaba parado junto a la pantalla gigante.
Las llegadas peligrosas de los gauchos hacían que todos se remordieran del nerviosismo. Sus gestos de pánico ante un gol que decantase el marcador en favor de Boca, ponía los nervios necesarios antes de una gran fiesta.

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