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Diario Extra Ecuador

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Un Mundial sobre ruedas

El español Roberto Fernández viajó durante dos meses y medio en bicicleta, desde Valencia a Moscú, para vivir esta fiesta.

La Plaza Roja fue la meta que con tanto esfuerzo alcanzó.

La Plaza Roja fue la meta que con tanto esfuerzo alcanzó.Patxo de la Rica / Extra

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Roberto Fernández se acaricia su barba desaliñada, posa con varios hinchas y pregunta por la Plaza Roja. Siempre pregunta. Solo quiere llegar al conocido punto de la capital rusa, fotografiarse allá como símbolo de victoria y descansar. Lo necesita.

“Acabo de llegar, sentí que ya estaba cerca y me he puesto a llorar. Ha sido una sensación extraña, no me había pasado antes, un sentimiento de plenitud”.

Se baja de su bicicleta y se dirige, escoltado por Diario EXTRA, hacia su objetivo. Después de dos meses y medio viajando sobre dos ruedas para llegar al Mundial desde Valencia, España, somos el primer medio que lo recibe. Sonríe, cuenta orgulloso sus anécdotas y saluda a cada fanático que encuentra.

“Tío, esto es una locura. Casi me matan, conducen fatal aquí”, alcanza a decir al ser superado por un auto, cerca de la plaza. No importa, ya está frente a los imperiales monumentos con los que soñó durante la larga travesía que inició el 2 de abril en la ciudad mediterránea y finalizó el domingo 17, con dos días de retraso, en Moscú.

Es licenciado y especializado en tratamiento de aguas residuales, por la universidad de Valladolid, pero la precariedad laboral en la que trabajaba lo hizo abandonarlo. Y por eso hace un año comenzó con los viajes en bicicleta. Primero Berlín-Valencia (3.000 km), después Valencia-Roma (2.000 km) y ahora a Moscú.

“Prefiero ser un loco viajero que un trabajador encerrado”, argumenta, mientras abraza a un fanático colombiano con la camiseta de Falcao, a las puertas de un supermercado donde ha llegado para abrir unas cervezas, “la gasolina del viajero”.

Llevaba años queriendo llegar a Rusia, y por eso se emociona. Más en un evento de estas características porque lo entiende como una manera de “devolver la hospitalidad”. Lo hará dando abrazos gratis, algo que “sube el pico de felicidad de la gente, aunque parezca tonto”.

Junto a su ilusión han viajado con él 73 kilos de equipaje, comida, regalos y banderas. Muchas banderas que cuelgan de la parte trasera de su vehículo: trofeo de cada uno de los diez países que recorrió para llegar al centro del mundo futbolístico. No es un fanático ferviente, aunque sí jugó hasta los 25 años en equipos locales de su ciudad. Ni siquiera tiene entrada. “¿Conseguiré, no?”, pregunta con una sonrisa.

La realidad es que difícilmente lo hará, ya que no ha oído hablar del FanID, una especie de pasaporte de hincha indispensable para los fanáticos y que, por supuesto, no tiene. “Pues al FanFest, que seguro hay ambiente”, razona, sin darle mayor importancia.

“Aprendes a relativizar los problemas. Te acostumbras, aunque hubo momentos en los que estuve cerca de tirar la toalla por problemas en la bicicleta y por falta de dinero”. En Polonia, por ejemplo, se le rompieron los rayos de la llanta en tres ocasiones, fue timado en dos tiendas de reparación y, cuando ya se dirigía a Lituania, un camión lo sacó de la calzada y ponchó la llanta.

Abrió una caja de plástico que porta en la bici, buscó entre el arroz desperdigado, la pasta y el cacao y encontró unos frutos secos. Poca comida más tiene, ya que su presupuesto es de 150 euros al mes.

Con bajo presupuesto

Sorprende su bajo presupuesto, pero lo explica de forma sencilla. Es vegetariano y tiene tres premisas: No ir a restaurantes, no pagar por dormir y no pagar por agua. Así logró llegar hasta Letonia después de 70 días de viaje, a un promedio de 100 kilómetros al día hasta completar los 6.000 totales, más allá de alguna zona de descanso en ciudades en las que conoció gente y “alguna que otra chica”.

Cuenta su travesía mientras un niño ruso le regala unas galletas. “Qué subidón (ayuda), tío. Tenemos que dar nuestro tiempo para que la gente sea feliz. Ese es mi pensamiento, una de las cosas que hago es dar energía. Y la gente la recibe con gusto, me apoyan y ayudan con algo de dinero”.

Ahora tiene por delante un mes para moverse por el país, no pierde la esperanza de poder entrar a algún estadio y, también, quiere llegar a Sant Petersburgo en algún momento.

Su visado terminará el 14 de julio, ya que se confundió de fecha y debe salir del país para regresar a Valencia. “La multa solo es de 1.500 rublos (23,5 dólares)”, le explica un moscovita. “Ah, entonces la pago y me quedo a la final, jod...”.

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