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Cliver Huamán: el niño quechua que narró la final desde un cerro y emocionó al mundoCortesía

Pol Deportes: el niño peruano que asombra al mundo con su historia para narrar fútbol

La historia del narrador de 15 años que conquistó la Libertadores desde un mirador

De no tener una credencial para entrar a la final de la Copa Libertadores en Lima a recibir reconocimiento mundial… así es la vida, así es el milagro que construyó Pol Deportes, el chico peruano que convirtió un cerro en cabina de transmisión y un sueño en viralidad. Cliver Huamán Sánchez, 15 años, quechua como su raíz más pura, llegó con una corbata más grande que su edad, un trípode que parecía flaquear y un corazón lleno de fútbol.

Viajó 18 horas desde Andahuaylas hasta Lima para ver Flamengo vs Palmeiras. Iba decidido a entrar al estadio, pero le cerraron las puertas por ser menor de edad. Nada nuevo en un mundo donde los grandes se olvidan de los pequeños. Entonces activó su plan “B”: moto taxi rumbo al Cerro Puruchuco, mochila al hombro, traje blanco impecable y su amigo Kenny empujando la aventura.

Se hizo viral sus vídeos

Toda una historia de periodismo

El mirador San Cristóbal se convirtió en su Maracaná. Las luces de Lima, su iluminación profesional. El trípode temblaba sobre las rocas, pero su voz no. “Primero eran 30 personas, luego 400… después 5.000… al final 10.000 conectados”, contó el muchacho que narra desde los 8 años, cuando su cabina era una caja de madera en la finca de la familia.

Cliver entrevistó a hinchas, narró la final desde lo alto, metió corazón, metió barrio, metió cultura. Ese niño que trabaja en la finca, que es hincha de Los Chankas, que se desliza entre español y quechua, terminó recibiendo regalos, celulares, ropa… y hasta participó en dos transmisiones profesionales.

Llegó para ser historia mundial

Lo vio todo el Perú. Lo vio Bizarrap. Lo vio el mundo. “Cumplimos la promesa de transmitir”, dijo Cliver, mientras la montaña se convertía en estudio de televisión. Y ese elogio del productor argentino fue la prueba: para ser grande, a veces solo hace falta un cerro, un sueño y un corazón gigante.

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