El mar les devolvió la vida. Diecisiete pescadores manabitas vivieron horas de terror cuando el barco en el que navegaban se incendió a más de 280 millas náuticas al oeste de la puntilla de Santa Elena. Sin tiempo para pensar, tuvieron que lanzarse al agua y buscar refugio en seis pequeñas lanchas que los acompañaban.

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La emergencia ocurrió la tarde del jueves 9 de octubre, cuando una falla en el cuarto de máquinas presumiblemente provocó un cortocircuito que rápidamente se convirtió en un incendio incontrolable. “Fue cuestión de minutos, las llamas se extendieron por todo el barco. Solo pudimos saltar al mar y subirnos a las fibras”, relató con voz entrecortada Orley Flores, uno de los sobrevivientes.

Durante más de 24 horas los hombres permanecieron a la deriva en medio del océano, sin rumbo y con el temor de no ser encontrados. Vieron pasar una avioneta e intentaron hacer señales encendiendo una pequeña fogata sobre una de las lanchas, pero nadie los vio. “Pensamos que moriríamos ahí, pero Dios nos dio otra oportunidad”, recordó otro de los náufragos.

La Armada del Ecuador activó de inmediato el plan de búsqueda y salvamento marítimo (SAR, por sus siglas en inglés), enviando a la lancha guardacostas ´Isla Pinta´ para el rescate. Sin embargo, antes de su llegada, un barco pesquero de bandera peruana localizó a los náufragos y los asistió.

Siete de los pescadores fueron entregados a otra embarcación ecuatoriana, mientras que los diez restantes fueron trasladados a la lancha guardacostas y llevados a salvo al muelle de Salinas la tarde de este sábado 11 de octubre.

Emotivo recibimiento

La escena en el muelle de la Capitanía del Puerto de Salinas fue conmovedora. Entre lágrimas y abrazos, familiares recibieron a los sobrevivientes que aún no podían creer lo ocurrido. “Gracias a Dios están con vida. Cuando supimos del incendio, no dejamos de orar para que regresen”, dijo emocionada Alba Franco, quien esperaba a dos de sus parientes.

“Los milagros sí existen. Volvieron a nacer”, repetían los allegados mientras los pescadores, agotados pero sonrientes, tocaban tierra firme. La mayoría de ellos pertenece al puerto manabita de San Mateo.

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