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Diario Extra Ecuador

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“Cuando cierre mis ojos me he de olvidar de mi hijo”

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Redacción Quito
Toma el retrato de su hijo como si fuese un tesoro. Lo admira y aún siente la angustia de aquel 19 de abril de 2008, cuando Diego Armando Freire murió durante un incendio en la discoteca Factory, en Quito.
Han pasado ocho años y Gloria Cruz, de 49 años, recuerda con claridad esa tarde, en la que Diego salió de casa rumbo a un concierto de rock gótico, y no volvió más. “Jamás le mandábamos a los conciertos, pero estaba tan ilusionado que se fue con nuestro permiso”, asiente la progenitora, mientras toma con sus manos una camiseta oscura en la que se lee la frase: “Factory somos todos”.
Este Día de la Madre, al igual que todos los anteriores desde la muerte de Diego, será “triste, muy doloroso”. Pero ninguno como el del primer año, en el que la ausencia de su hijo la mantuvo encerrada, sin saber nada de nadie.
“Lo he ido superando, porque mi familia me apoyó, mis hijas, mi esposo...”. Es por ello que hoy, Gloria encabeza la Fundación Factory, que reúne a los allegados de los 19 fallecidos durante aquella tragedia. Sin embargo, la madre explica que solo cuando cierre los ojos se olvidará de su hijo. Él era su compañía. El más alegre, el más amoroso...
Por ahora, la progenitora tiene un pequeño puesto de productos alimenticios en el Comité del Pueblo -norte de la capital-. Allí vende adornos con flores o chocolates. Es una manera de distraerse para apaciguar el dolor que le ocasionó la pérdida de Diego.
El joven tenía 19 años cuando falleció, cursaba sexto curso y tenía el sueño de ser un analista de sistemas. Además, trabajaba en el centro de cómputo de su hermana, de lunes a viernes.

Un parque
En aquel lugar donde ocurrió el incendio, hoy existe un parque en el que se construyó un monumento para conmemorar a las víctimas de Factory. Gloría asegura que luchó para ganar ese sitio, y eso la ha mantenido de pie.
“Espero que nuestros hijos tengan un descanso. Antes íbamos y la tristeza y el dolor de ver ese espacio sólido y botado era feo. Ahora se siente como una paz, una alegría”, concluye la madre. (ER)

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