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Diario Extra Ecuador

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¡Juguetes sexuales a domicilio!

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Yadira Illescas, Ambato (Tungurahua)

Tras una charla de casi una hora, las dos jóvenes compraron un baby doll, una malla, un juego de cremas y un anillo vibrador. Total: 105 dólares. “Una buena venta, pero más allá de eso, experiencias enriquecedoras”, dijo.

Catherine decidió emprender un negocio propio hace casi un mes. Antes trabajaba en una institución gubernamental, pero la entidad no renovó los contratos e inició un negocio propio.

“¿Cómo llegué a esto? No fue fácil, con un grupo de amigos pasamos de la broma al análisis de los negocios que se generan alrededor del sexo y luego de un tiempo entendí que este sería una propuesta innovadora y que podría funcionar”, cuenta.

Por ello escogió llevar a la práctica su negocio. Su inversión inicial fue de 200 dólares. “Es que no sabía si iba a funcionar o no. Además, nunca he sido comerciante y siempre he creído que no sé vender”, precisa.

Pero ya quintuplicó el capital. Sus compañeras y amigas fueron sus primeras clientas y les vendió baby dolls, dildos, lubricantes de sabores y juguetes, como dados eróticos, a unas diez personas.

Ahora, su cartera de clientes llega casi a las 100 personas, entre las que se encuentran universitarios, profesionales, amas de casa, hombres, mujeres… “La gente quiere experimentar, despertar la pasión, vivir su sexualidad plena, pero muchos sienten vergüenza cuando están frente a un sex shop. Yo les garantizo absoluta reserva y les evito la pena de entrar a estos negocios”, señala.

Justamente por eso, Glenda se convirtió en una de sus clientas. “Yo siempre tuve curiosidad, pero nunca me atreví a ir a un sex shop. Hay demasiados tabúes y la gente tiene mucha facilidad en juzgar y acusar… Por eso, cuando supe de Catherine y vi los productos, compré un lubricante con sabor y un baby doll”.

“En este tiempo he aprendido que la gente prefiere iniciar con lubricantes, cremas y lencería sexy, es lo que más vendo. Pero cuando la confianza con la pareja va creciendo, también aumenta el deseo de incursionar en nuevas cosas y entonces se animan y compran anillos, lenguas y dedos vibradores”, cuenta la propietaria del negocio.

 

Solteros también se divierten

Pero los productos no solo son para las parejas. También hay algunos para quienes están solos e igual quieren disfrutar de su sexualidad.

Dolores se divorció hace poco y luego de hablar por algunas ocasiones con Catherine sobre su vida sexual, decidió comprar un dildo. “Es una inversión, pero sobre todo es aprender a disfrutar de mí misma y de mi sexualidad”, dice la mujer, de 35 años.

Pese a que ya se está convirtiendo en una experta a la hora de ofertar sus productos eróticos, Catherine asegura que aún no ha utilizado un juguete sexual, pero sí lencería erótica. “Ahora solo les llevo placer a los hogares. Tengo clientas en diferentes partes del país. Solo basta una llamada y coordinamos, el resto ya depende de la creatividad del cliente”, afirma. (YIE)

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