Exclusivo
Actualidad

La carta de la muerte no es tan mala
Lucero Llanos, Guayaquil
Su curiosidad murió tan pronto la imagen de una calavera apareció entre las cartas que había escogido. La guadaña en las manos de la parca hizo que ‘Carla’ temiera lo peor, así que decidió apilar su baraja de vuelta en una caja y la abandonó en lo más profundo de su armario.
“Quería aprender a leer el tarot. Era la primera vez que tiraba las cartas y quise leerme yo misma. Pero la verdad es que me dio miedo. Estuve paranoica por unos meses, pensando que me iba a morir”, confiesa la joven de 28 años, quien desde entonces no ha querido volver a saber del tema.
Sin embargo, los expertos afirman que la carta de la muerte no se debe interpretar al pie de la letra, pues su lectura varía según algunos factores como las otras cartas que la acompañan o la posición en que salga.
“En sí no es la muerte física, sino la espiritual. Si sale, es un cambio que va a haber en la vida de uno, bueno o malo. Depende de las otras cartas”, detalla la mentalista Mayté, quien tiene 30 años de experiencia en esta disciplina esotérica.
Una guía
Áxel Cabrera, cartomántico, va más allá y explica que lo que digan las cartas debe tomarse tan solo como una guía, no como algo que no se pueda cambiar.
“Mucha gente piensa que si se lee el tarot es malo. En metafísica, hay un principio muy claro que se denomina la ley de predisposición autosugestiva. Si crees que algo te va a hacer mal, así será. No porque el objeto lo produzca, sino porque te autosugestiona”, opina.
Alejandrina Quiñónez, experta en temas esotéricos, menciona que existe un sinnúmero de barajas factibles de leer. Entre ellas figura el tarot, que a su vez tiene diferentes presentaciones.
Áxel, por ejemplo, lee el de Marsella, mientras que Mayté domina algunos como el español, el egipcio o de Thoth y el celta, entre otras variaciones existentes que han llegado a sus manos.
‘El libro de las mancias’ también menciona al de Rider-Waite, al alquímico, al de Morgan-Greer y al de Gill, aunque estos no son los únicos que se pueden conseguir en el mercado. Aun así, los tarots tienen en común la presencia de figuras similares.
Según la Escuela Internacional del Tarot de Marsella, una baraja se compone de un total de 78 cartas, divididas en tres grupos: 22 arcanos mayores, que son las figuras más importantes, pues describen una situación global en la vida de la persona; 40 arcanos menores, distribuidos en cuatro series de 10, llamados palos: y 16 honores o figuras, compuestas por pajes, reinas, reyes y caballeros de los cuatro palos.
Los arcanos menores y honores, en cambio, son similares a las figuras del naipe español. Hablan de los estados de las personas, sus sentimientos, ideas y emociones; y aportan detalles específicos. “Los arcanos mayores en todas las cartas están fijas de una u otra forma”, añade Mayté.
Buenas o malas
El significado de cada carta no es fijo e inamovible, ya que su interpretación dependerá de la combinación de la que forme parte y de si la figura aparece de pie o de cabeza. Sin embargo, existen algunas que de por sí no garantizan un panorama acogedor.
“Las negativas son la torre y el diablo. La luna y el ermitaño tampoco son tan buenas”, sentencia Mayté.
Por ejemplo, si junto a la carta de los amantes aparece la torre, lo más probable es que esa relación sentimental se paralice, haya peleas o discusiones frecuentes y que “se caiga, como lo indica la imagen”.
Otra figura desalentadora es el demonio. “Cuando sale, hay problemas, miedos, depresión, desesperación, deudas, chismes y otras cosas malas”, detalla la especialista. Este arcano también permite conocer si la persona ha sufrido algún tipo de brujería.
En cambio, entre las cartas positivas figuran el sol, el emperador y la rueda de la fortuna.
“Esta última es excelente. Con ella, todo lo que uno desea se cristaliza: se mueve el negocio, hay éxito en la familia y en la salud, hay paz...”, destaca Mayté.
Sin embargo, si estas salen de cabeza, los augurios probablemente se tuerzan. Por ejemplo, si el emperador aparece virado, tenemos muchas posibilidades de que nuestros proyectos personales no se vean cumplidos.