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La tragedia se ha interpuesto en su camino

Redacción Quito
Cuando Miguel Robalino recorre las carreteras del país, manejando su camión, lo hace con extrema precaución porque ha visto a la muerte de frente en varias ocasiones.
Miguel, de 53 años, lleva más de 20 conduciendo vehículos pesados. Se dedica a hacer mudanzas dentro y fuera de Quito. Su familia lo acompaña cuando debe realizar largos viajes.
Antes de empezar en las labores del volante era estibador en la empresa de un pariente. Llegó a la capital para ejercer esa profesión y luego estuvo haciendo fletes en el mercado La Ofelia, norte de la capital.
“Hace 15 años me estaba yendo para mi tierra (Puéllaro). Viajaba tranquilamente y vi un incidente en Guayllabamba”, comentó el conductor junto a su herramienta de trabajo.
Don Miguel llegó hasta ese sector de las afueras de Quito y se percató de que un camión estaba virado. “Parece que iba sobrecargado. Además llevaba a niños que murieron”, recordó el profesional del volante.
Los cadáveres de los infantes estaban dispersos y, según Robalino, hubo más de 15 menores de edad que en ese entonces perecieron. Se detuvo e intentó ayudar a los accidentados.
Sin embargo, su esfuerzo fue en vano porque los pequeños morían en la misma escena. “Les cerraba los ojitos cuando eso sucedía”, comentó.
Luego de ello se concentró en socorrer a algunos heridos. Horas más tarde, su ayuda no fue necesaria y continuó con su destino. Tomó su vehículo y se fue llorando por la vía hasta llegar a su tierra natal.
Aquella noche, Robalino no pudo dormir. Estuvo deprimido por varias semanas, pero de a poco superó la tragedia que marcó para siempre su manera de trabajar.
(MAG)