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“No me miro en el espejo porque comienzo a gritar”

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Carola Cáceres, Guayaquil
Tuvieron que quitar todos los espejos, tanto uno de gran tamaño que decoraba la sala de la casa como los que contenían algunas cajas de cosméticos.
Isaías Rugel y su esposa querían evitar que, cada día, su hija Flora contemplara en el vidrio las marcadas huellas que le quedaron en su rostro tras el ataque con ácido sufrido el año pasado. Sobre todo a raíz de un triste episodio que aconteció después de que le dieran el alta médica y regresara a su hogar.
“No me miro en el espejo porque comienzo a gritar. Una vez lo hice por accidente”, explica Flora a EXTRA, a quien la existencia le cambió el 29 de julio de 2015, cuando se produjo un incidente con su vecina Lourdes G. La supuesta agresora fue sentenciada a cinco años de prisión por este hecho, pero ha apelado el fallo judicial.
Flora considera que el “baño” con el potente químico le destruyó la vida, aunque a la vez cree que Dios le dio otra oportunidad. “Si me hubiera partido la cabeza, el ácido habría ingresado a mi cuerpo y automáticamente habría muerto”, indica.
Pero lo cierto es que casi todas las mañanas amanece deprimida. Entre otros motivos porque perdió el 70 por ciento de la visión en uno de sus ojos: “Lo digo y lo mantengo. Esta mujer que me partió la botella hubiera tranquilamente cogido un cuchillo y me hubiera apuñalado. (Porque) aunque tampoco lo justifico, en este momento de pronto estaría restablecida”.
A raíz de la agresión, Flora permaneció cuatro meses y tres días hospitalizada. Y durante ese tiempo fue sometida a varias intervenciones quirúrgicas. Su tratamiento médico y psicológico aún no ha concluido. El primero trata de cumplirlo, a pesar de sus limitaciones económicas. El segundo lo recibe gratuitamente, gracias a la ayuda de un especialista.
En cuanto le fue posible y para intentar superar su trauma buscó mantener la mente ocupada. Una sombrilla para resguardarse del sol, unas gafas de concha que cubren gran parte de su rostro y un turbante, que la asemeja a una mujer hindú, son sus pequeños trucos para evitar la mirada de los viandantes cuando, a eso de las 08:00, se encamina a la sede de un partido político en el centro de Guayaquil.
Allá la ayuda es recíproca. Ella colabora en lo que puede y, a su vez, recibe una retribución económica semanal de sus amigos y compañeros.
De regreso al hogar, a veces se saca el turbante, pero nunca deja las gafas. Le sirven para sentirse protegida y no exponerse a la luz solar.
Así transcurre la vida de Flora Rugel, entre llantos y oraciones constantes, mientras espera que algún día su piel se regenere y su físico vuelva a ser el mismo de antes.

La familia de la procesada no habló
Aquel 29 de julio, Flora Rugel fue a casa de su vecina Lourdes G. para pedirle que cesaran los problemas ocurridos entre las dos familias en el pasado. Pero Lourdes presuntamente la golpeó con una botella que contenía ácido, lo que le provocó las graves lesiones.
EXTRA acudió al domicilio de la procesada para pedir la versión de los allegados. Su hermana, Jéssica G., prefirió no hablar, pese a que algún pariente sí parecía interesado en dar su punto de vista.
Jéssica dijo que conversaría primero con su abogado y luego contactaría con EXTRA para transmitirle su decisión.]]name="Redacción Extra"![CDATA[Aunque tras varias llamadas y visitas, nadie se pronunció.
Sin embargo, en el proceso consta que, según el defensor de la vecina, esta habría actuado “en legítima defensa de su honor y de la protección de su familia”.
Tras los alegatos de todos los involucrados, Lourdes G. fue sentenciada, pero el abogado apeló el fallo.
Flora esperaba una condena más dura, que sirviera “de ejemplo” para que los seres humanos “mediten” antes de “destruirse” la vida. Además, indicó que ha perdonado a su vecina porque no quiere “poner una gota más” a su depresión.

PRENDAS ESPECIALES
Ahora lo que más anhela es continuar con su recuperación. Pero para ello necesita ayuda: un expansor para estirarle la piel, cinco inyecciones para cicatrices queloides, crema regeneradora Lubriderm y de protección solar, así como tres prendas elásticas específicas para quemados (cara, tórax y brazo). Quien desee colaborar con ella puede llamar al número 0991494035.

ESPERABAN LA CONDENA MÁXIMA DE 7 AÑOS
Héctor Vanegas, defensor de Flora Rugel, indica que el tribunal no impuso la pena máxima de siete años a la procesada. “No podemos estar de acuerdo porque el lanzamiento del ácido provocó la pérdida de un ojo, de un seno y marcas en todo el cuerpo, a tal extremo que ella anda con un turbante. Y lo hace porque está desfigurada. Además, tuvo que sacarse piel de la parte posterior para que se la injertaran en diferentes lados del cuerpo”, detalla el letrado de la afectada.
También aclara que el suceso no fue calificado como una tentativa de asesinato porque el ataque no comprometió un órgano vital, “pero lo que sí debió considerar el tribunal fue la forma en que -presuntamente- se lo lanzó (el ácido). La pena no debía ser de cinco años, sino de siete”, opina.
Además, la presunta autora deberá indemnizar a la víctima con 50 mil dólares. Según el abogado, en caso de que Gutiérrez no tenga cómo cancelar esa cantidad, se podría solicitar el embargo de sus bienes.

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