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El recrear el famoso Caminito, de Buenos Aires, en su casa de Guayaquil fue lo más divertido y económico para Ana Buljubasich.Gerardo Menoscal

Ana Buljubasich: La actividad que amaba en secreto y casi nadie sabía

Ana Buljubasich y su afición secreta que casi nadie sabía: ¿la conocías?

Muchas personas al ver a Ana Buljubasich creían que tenía todo para llevar una vida de lujos, rodeada de objetos caros y comodidades. Sin embargo, Anita rompía con todos los estereotipos. ¿Quién dijo que vivir bien significa gastar más?

Fallecido el 15 de abril del 2025, pero dejó una huella que va más allá de su apariencia o su apellido.

Una vez le abrió las puertas de su casa a EXTRA y mostró una de sus pasiones, un mundo en el que el verdadero lujo estaba en la creatividad y el amor por lo reutilizado, le gustaba reciclar.

Ana Buljubasich y la tapa de un inodoro la convirtió en un adorno y hasta se lo han querían comprar.Gerardo Menoscal

Anita se autodenominaba "cachinera", una palabra que para muchos es desconocida, pero que ella defendía con orgullo. Así llamaba a quienes escarban entre lo que otros desechan para darles una segunda oportunidad.

En una nota publicada por el Extra, el titular era “¡LA CACHINERA más famosa!”, y no era para menos. Ella contaba que los adornos más curiosos de su hogar, aquellos que parecían traídos de ferias internacionales, eran en realidad hallazgos de cachinerías o creaciones propias junto a su esposo, Nerio.

Ana Buljubasich en la biblioteca que hizo con ladrillos y tablas.Gerardo Menoscal

Desde la entrada de su casa, cada objeto tenía una historia. Uno de los adornos más llamativos era una tapa de baño con una mosca dibujada, que en otro hogar habría terminado en la basura, pero que en casa de Anita se convirtió en conversación obligada. En la cocina, una biblioteca gigante hecha con ladrillos de $12 y maderas de $4 guardaba con orgullo cientos de libros. “Creo que me va a durar toda la vida”, decía ella, emocionada de ver cómo su ingenio podía más que cualquier mueble costoso.

Y así, pieza por pieza, su casa fue armándose como un rompecabezas de creatividad. En uno de los dormitorios, la cama carecía de respaldar, pero eso no fue problema. Tres adornos de $10, unas tablitas de $2 y la ayuda de un carpintero bastaron para construir una “megacama de lujo” que no le envidiaba nada a las tiendas. Incluso con los sobrantes, Anita y su esposo fabricaron un adorno más. Nada se desperdiciaba, todo se transformaba.

Pero quizás lo más asombroso era una pared que recreaba fielmente el famoso Caminito de Buenos Aires. Ese rincón, el más fotografiado por quienes la visitaban, era también el más económico. Anita solía decir que reciclar era un arte al que muchos le tienen miedo, por temor al qué dirán.

Hoy, tras su partida, queda claro que ella no solo supo vivir con sencillez, sino que hizo de esa sencillez un estilo de vida admirable. Porque como decía Anita, “el verdadero valor está en ver belleza donde otros solo ven basura”.

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