Tras la noticia de su fallecimiento a los 60 años, los seguidores de Mike Albornoz han vuelto a escuchar y compartir los temas que lo convirtieron en uno de los nombres más singulares de la música ecuatoriana. Durante las décadas de 1980 y 1990, este cantautor y productor guayaquileño alcanzó su mayor popularidad con canciones que aún hoy siguen resonando entre quienes vivieron aquella época.

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Entre sus composiciones más recordadas destacan “San Viernes”, su primer gran éxito y una pieza emblemática del rock nacional; “Como un balde de agua fría”, que consolidó su fama a inicios de los noventa; y baladas como “Tus besos”, “Mi perfecta manera de amar” y “No puedo olvidarte”, que mostraron su faceta más íntima y sentimental. 

Estas canciones formaron parte de los conciertos que ofrecía de forma esporádica, siempre con propuestas creativas que desafiaban la rutina de los escenarios tradicionales.

Mike Albornoz no solo se destacó por sus composiciones, sino también por la puesta en escena de sus videoclips, en los que llevó su visión artística al extremo. Varios de ellos —recopilados en su DVD El más alto vuelo del águila— fueron grabados en locaciones tan insólitas como un submarino de la Armada, el Cementerio General de Guayaquil o un circo, convirtiéndose en verdaderas piezas visuales que sorprendieron al público de la época.

Aunque no existen datos oficiales sobre el lanzamiento individual de cada una de sus canciones, en plataformas como Spotify es posible encontrar gran parte de su obra reunida en un solo álbum titulado “Maik en terapia intensiva opera y locura”, que figura con fecha de publicación del 10 de noviembre de 1997. 

Allí se concentran varias de sus composiciones más recordadas, junto a otros temas que dan cuenta de su espíritu experimental y su obsesión por los detalles de producción.

Con una discografía poco convencional, shows cargados de teatralidad y una visión artística adelantada a su tiempo, Mike Albornoz dejó un legado que marcó a toda una generación y que hoy vuelve a escucharse con fuerza, como eco de una voz que se negó a lo ordinario.

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