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Guayaquil

Este uniformado se encargó de la desactivación del supuesto explosivo.JOFFRE FLORES

Así fueron las horas de curiosidad y tensión que paralizaron el centro de Guayaquil

Unos tubos de cartón fueron confundidos con tacos de dinamita. Al grito de “¡Fuera, Noboa, fuera!”, la gente se desquitó con el gobernador

Levantaba su cabecita para intentar entender lo que los adultos comentaban en medio del alboroto. Parado en una de las banquetas del bulevar 9 de Octubre en su intersección con Chimborazo, en el centro de Guayaquil, un niño de apenas nueve años observaba el intenso movimiento y despliegue de policías.

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Los uniformados se movían a lo largo de la 9 de Octubre revisando cada espacio, por si hallaban otro objeto que alterara el orden entre los ciudadanos. El pequeño, con atención, los seguía con la mirada.

La curiosidad no había sido despertada por un rumor vago, sino por una alerta real: la identificación de presuntos explosivos de alto poder en el teclado del cajero automático de un banco, a unos 100 metros del sitio que el niño había considerado como su trinchera en esa zona del bulevar, de alta concurrencia peatonal.

El ‘corre corre’ se había iniciado aproximadamente a las 18:30 del jueves 6 de noviembre. Los demás espectadores, movidos por el morbo, repetían lo que a ellos también les habían contado: una mujer se acercó para retirar dinero en efectivo, pero salió aterrada al supuestamente ver seis tacos de dinamita unidos con cinta aislante negra, con mechas y cables finos, encima del espacio donde se digitan los números.

“¡Fue él! ¡Fue él!”, bromeaban algunos jóvenes que también observaban el operativo. Alexis, trabajador de un negocio de venta de sánduches de chancho, contó que él, al encontrarse a menos de cinco metros, llamó al ECU-911 para solicitar una intervención. Añadió que los primeros en arribar fueron los agentes de control municipal, mientras los transeúntes se alejaban del cajero lo más rápido que podían.

Varios de los presentes durante el operativo gritaron consignas contra el régimen cuando vieron aparecer al gobernador.JOFFRE FLORES

“Yo fui uno de los tantos que llamaron (risas). Lo único malo es que nos tocó dejar todo botado y sucio en el local, porque cuando la Policía acudió nos pidió desalojar el sector enseguida”, comentó. 

Y en medio de la multitud seguía el niño que peleaba por su lugar en la ‘sapada’. No era de sorprenderse, pues una gran cantidad de personas se movilizaron hasta esa esquina y todos querían ubicarse en la primera fila para ver la ‘película’. El pequeño, con determinación, subía y bajaba del asiento, haciendo respetar su espacio ganado.

Los agentes que comandan el distrito 9 de Octubre, jurisdicción a la que pertenece la zona afectada, se mantenían en alerta y supervisaban las labores del Grupo de Intervención y Rescate (GIR). Es decir, estaban a cargo de las tareas que emprendía la unidad especializada en desactivar explosivos, identificada por la presencia de un vehículo distinto a los patrulleros blancos.

Aunque la línea de seguridad se había establecido a una cuadra, los movimientos del GIR se notaban a la distancia. El uniformado que debía acercarse al supuesto explosivo se colocó prenda por prenda el traje especial necesario y luego avanzó lentamente hasta el punto señalado, para verificar aquello que causaba tanto terror.

Una cuadrilla de militares llegó aproximadamente una hora y quince minutos después de emitida la alerta. Rápidamente se pusieron en contacto con los policías y señalaron los lugares donde podrían resguardarse para el siguiente movimiento del GIR: la detonación controlada. El número de curiosos crecía, al igual que la tensión.

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La acera derecha, del mismo costado del cajero, fue designada como segura, y las fuerzas del orden pidieron a los ciudadanos ponerse a salvo en el sitio indicado, pues el objeto explosivo sería trasladado hasta la mitad de la calle, en la intersección ya mencionada, para la explosión.

En medio de esta coordinación, el gobernador del Guayas, Humberto Plaza, llegó al sitio y se alteró el orden. Los ciudadanos, que exigían respuestas inmediatas a la inseguridad, empezaron a gritar “¡Fuera, Noboa, fuera!”, a propósito de la presencia del representante del Gobierno. Los reclamos incomodaron a Plaza, quien pidió al grupo (de unas 20 personas) bajar la voz, pues quería explicar lo que sucedía.

A las 20:05, el estruendo de la detonación controlada hizo sobresaltar a todos. “¡Una bomba, una bomba! ¡Ñañita, esa vaina hizo ‘cataboom’ aquí en la 9 de Octubre!”, relató una mujer por videollamada a uno de sus contactos.

Rápidamente, al escuchar que el gobernador le aseguraba a la prensa que no se trataba de un explosivo, sino solo de tubos de cartón, los curiosos se dispersaron y la calma regresó. No obstante, la 9 de Octubre no fue habilitada sino hasta después de las 20:30. Y así terminó una noche más de tensión en la Guayaquil del terror.

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