Dicen que el que manda, goza. Pero en el sexo, a veces, quien se sube… también. La posición de ‘ella arriba’ ha sido históricamente vista como un acto de poder y deseo en estado puro.

No es solo una postura física, es una orden disfrazada: yo decido cómo, cuánto y hasta dónde. Desde lo visual, el combo es súper sexy: las curvas en primer plano, los gestos y las ganas en su máxima expresión.

Pero más allá de lo que se ve, lo que se siente también cambia: el ritmo y la conexión. Y entre suspiros, sudor y movimiento, hay algo que queda claro: esta posición no solo eleva el cuerpo. También eleva la autoestima, la fantasía y la confianza mutua.

De ahí que los hombres no deberían sentirse intimidados. Porque sí, también es una forma de rendirse al deseo. Te explicamos las  razones para agradecer.

Así lo dice la ciencia y el cuerpo

• Más control, más orgasmos

Estudios en sexología afirman que cuando la mujer tiene el control del ritmo y ángulo, las probabilidades de alcanzar el orgasmo aumentan significativamente. Porque placer con dirección propia, es placer más eficaz.

• Mayor estimulación clitoriana

Según el Journal of Sexual Medicine, esta posición favorece el contacto directo con el clítoris, ya sea por fricción o estimulación manual durante el acto. O sea, doble fuente de placer.

• Fortalece el suelo pélvico

El movimiento y la tensión muscular que implica estar arriba activa la musculatura del core y del suelo pélvico. Mejora la salud íntima… y la intensidad de los orgasmos a largo plazo.

• Reduce la ansiedad sexual

Desde lo psicológico, asumir una postura activa y dominante mejora la autopercepción y disminuye la ansiedad sexual, según estudios de la Universidad de Quebec. Subirse, literalmente, empodera.

Dato curioso

Aunque en occidente, la postura se popularizó como cowgirl (vaquera) en textos más antiguos como el Kamasutra ya se hablaba de la posición de la mujer dominante en la cima. ¿La razón? Mayor control del ritmo, profundidad… y del orgasmo.

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