A María se le arruinó el sueño que tenía desde niña: ser policía. A sus 15 años anhelaba lucir el uniforme que sería el mayor honor en su vida, pero a los 22 es consciente de que posiblemente eso no se cumpla.

Ella es oriunda de Pelileo, Tungurahua, y fue separada de la Escuela Superior de Policía, en Quito, por no cumplir con un castigo impuesto. Su martirio empezó en abril de 2021, cuando una brigadier (superior a ella) la acusó de haber dejado ropa interior en la ducha.

“Era medianoche y me llevaron al baño. Ahí me mojaron con agua fría y estuve de pie sosteniendo un esferográfico”, contó la joven. Al cabo de dos horas María se desmayó. Cuando despertó estaba en su cama, pero con otra ropa.

Eso no impidió que siguiera con sus ejercicios diarios. “Me sentía bastante mal y no me dieron permiso para ir al médico. Luego pude ir al dispensario porque vieron que mi brazo derecho estaba temblando”, recordó.

La desvinculación

El médico le dijo que debía hacerse unos chequeos porque habría recibido un fuerte golpe en su cabeza, algo que María no recuerda hasta ahora. Se hizo una tomografía y le detectaron que tenía un coágulo en su cabeza, lo que con el tiempo fue mejorando.

Pasaron ocho meses de recuperación y sus superiores la reintegraron en enero de este año. Sin embargo, a María le dio Covid-19 y al pedir permiso para su recuperación la desvincularon.

Por eso, ella cree que se trató de una represalia ante lo ocurrido.

La joven hizo una apelación a través de su abogado, Ángel Portilla, quien consiguió una apelación. La Policía conoció el caso y emitió una resolución a través de la Dirección Nacional de Educación: que la joven fuera reintegrada “y continúe con su proceso de formación policial y académico en el periodo o ciclo que le corresponda”.

María está a la espera que su reintegro se haga efectivo y que su sueño no se trunque y más ahora con el antecedente que tuvo con una superior.