Aunque la misa en la Parroquia de los Doce Apóstoles de Madrid, en Espaa, ya estaba repleta a las 19:30, la ceremonia por el aniversario de la muerte de Francisco Franco (1975) no transcurrió en calma. Los bancos del templo y las más de 200 que siguieron el acto de pie oían el sermón atentos. Entre el público más joven, predominaban asistentes de la Generación Z y algunos millenials, según reportes de la prensa local.

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En medio de esta multitud, la protesta irrumpió de forma abrupta. Dos activistas de Femen atravesaron la entrada con el torso desnudo, mostrando en sus cuerpos y pancartas los lemas “Fascismo legal, vergüenza nacional” y “Al fascismo, ni honor ni gloria”.

Su objetivo era claro: denunciar la vigencia de homenajes al dictador y cuestionar la presencia de símbolos franquistas en pleno siglo XXI. La reacción fue inmediata y hostil.

Un vendedor de un puesto con artículos en honor a Franco y a José Antonio Primo de Rivera persiguió a las activistas y llegó a tocarles el pecho delante de las cámaras. “Señor, que no toque, que no toque”, le reclamaron ellas, mientras recibían empujones e insultos.

Aquel manoseador de las activistas, en un momento dado, exhibió una enorme bandera con el águila de la dictadura de Franco, mientras con la misma mano que sostenía aquel símbolo tocaba los pechos de las mujeres.

Congregación llena de insultos y quejas en Madrid

Las imágenes que se viralizaron captaron también a varios asistentes increpando a reporteros que cubrían la protesta al grito de “¡Prensa española, manipuladora!”. Entre los congregados resonaron además improperios contra el presidente Pedro Sánchez y contra los musulmanes.

El episodio protagonizado por Femen se convirtió en el punto más conflictivo de una noche que, una vez más, reunió a cientos de simpatizantes franquistas. Más de 250 personas acudieron a la tradicional misa organizada por la familia del dictador, un acto que año tras año suscita polémica y profundiza el debate sobre memoria histórica y libertad de expresión.

Pese a la agresividad de algunos asistentes, las activistas mantuvieron su protesta, insistiendo en visibilizar lo que consideran una exaltación incompatible con una democracia madura. Su intervención reactivó la discusión pública en torno a la continuidad de ceremonias de homenaje a Franco, la respuesta de los colectivos antifascistas y la necesidad —según estos grupos— de avanzar hacia una memoria democrática plena.

En esta ocasión, el choque entre devotos del dictador y activistas dejó nuevas imágenes de confrontación que volverán a alimentar la controversia en torno a estos actos, cuya persistencia divide cada año a la sociedad española.

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