Parece como que va a ser lo “mismo de siempre”. Empiezan a “sonar” nombres para candidatos a asambleístas de personas muy conocidas en sus hogares a la hora del almuerzo o de sujetos y “sujetas” que brillan con éxito en la farándula, en las páginas cómicas, en las páginas del cancionero nacional, en algunas disciplinas deportivas, como si esto fuera suficiente para aspirar llegar a ser “honorables” asambleístas.

El fracaso de la Asamblea que se va, ¡por fin! el año entrante, obedece a que está integrada en buen porcentaje por elementos o “elementas” desconocedores de lo importante que es ser legislador, de la trascendencia que tiene llegar a esta alta dignidad con versación en derecho, sociología, salud, economía, salud, agricultura y en las diversas labores que deben ser analizadas y resueltas por la Asamblea en beneficio nacional. Pero con los legisladores de ahora, y con los que empiezan a sonar se obtendría un Poder Legislativo inocuo, incapaz y de un “alzamanos” impresionante.

La culpa no es de los que llegan, sino de quienes los eligen. Y como nuestros políticos son “muy sapos”, o al menos así se autocalifican, conforman listas no con “los” o “las” más capaces, sino con los más conocidos, como si fuera una elección de reina de belleza al estilo Trump...

Hay que exigir que para ser legislador se requiera por lo menos un título profesional y cierta experiencia en el manejo de la cosa pública. (BLC)