Opinión
¡Qué viva el cantón Milagro!
Este Milagro bucólico y querido, ciudad del río y los esteros, ciudad del tren y del ingenio, ciudad de la ciencia y la cultura, ciudad dulce como la piña y la caña, ciudad cósmica con sus propios agujeros, sus propios polvos y sus olores.
Ciudad de historia, de mitos y leyendas, ciudad de los chirijos, de los milagros de la parroquia, del cantón y con ínfulas de ser provincia. Ciudad de la primera luz, de la rebeldía ante la injusticia cuando se quiso negociar con la bandera. Ciudad de hombres heroicos como Roberto Astudillo, quien murió por la patria en Torres Causana en el año 1904.
Benjamín Herrera, héroe olvidado en 1895, quien junto a otros valientes milagreños, empuñó las armas no por temas políticos, sino por salvar el honor nacional y castigar a quienes habían comercializado con la sagrada bandera. Allí en Conducta, en combate con las fuerzas gobiernistas de aquella época, fue ultimado en una forma trágica.
En 1942, el licenciado Jorge Borja Fouller, a quien hoy la alcaldesa Denise Robles de Zúñiga levanta un monumento en su honor, cantaba a Milagro en sus dos últimas estrofas: “¡Milagro! Bien merece tu colosal renombre; tierra de piñas dulces, feraz vegetación; eres vergel de aromas, en donde puede el hombre soñar y hallar ventura, la fe y la inspiración. ¡Milagro! Eres pródigo jardín maravilloso; en todo el sello ostentas de augusta majestad, en ti todo es sublime, poético, grandioso, eres altar de amores, de paz y libertad”.