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Opinión

20 años y una herida abierta

El sábado se cumplieron dos décadas desde aquel fatídico día en que el mundo fue testigo de uno de los actos terroristas más despreciables ocurrido en el corazón de los Estados Unidos y que marcó un antes y un después en la humanidad. Ni en las mejores películas de ciencia ficción se pudo observar tantos hechos insólitos como los ocurridos ese día, en la cual aviones comerciales fueron secuestrados y usados como proyectiles en dirección a las Torres Gemelas.

Fueron momentos de terror donde el corazón de millones de personas se paralizó desconociendo el trasfondo de los acontecimientos, imaginando alguna tercera guerra mundial o algo superlativo que justifique lo injustificable. Matar por cuestiones de ideología o religión a casi 2.500 personas solo por pensar diferente fue uno de los motivos para que estos grupos rebeldes hayan orquestado esta cruel estrategia que lastimosamente fue exitosa para ellos. Miles de familias aún lloran a esos seres queridos que recibieron a la muerte de tal manera. Las lágrimas y el polvo producto de lo suscitado cubría como un manto gris y triste el corazón de todos.

A partir de ese momento el mundo no fue el mismo y la poca esperanza de tener un mundo mejor quedó sepultada entre los escombros de las torres y los aviones que en su momento simbolizaron ‘libertad’, pero que al final se transformaron en celdas de hormigón y hierro repletos de cadáveres presos producto del terrorismo. La guerra aún se mantiene entre Oriente y Occidente sin esperanza de una paz cercana, pero lo que sí es seguro es que muchos inocentes pagaron las cuentas de estos falsos líderes.