Opinión
A Carlos Rubira Infante
Aquel que nació, al decir de sus versos, en la tierra de las bellas palmeras, de cristalinos ríos y paisaje ideal, hace 97 años. “Franco y valiente”, fue hecho por sus padres con “madera de guerrero”, y también con las más finas gotas de lluvia del atardecer, con los colores más hermosos del otoño, la calidez del sol naciente, el verdor de las hojas, el aroma de las flores, la blancura de la nieve de las montañas, el leve rumor de las olas cuando atraca su espuma en la arena, el susurro del viento en el claro de la aurora, el trino de las aves en “plena primavera”, la tristeza del páramo, la melancolía del indio, el compás del pasacalle, el lamento del amor vencido, el desencanto de los afectos rotos, los rayos de luna de las noches de invierno; y, la geografía de su suelo natal.
Es que solo Carlos Rubira, de un espíritu tan sensitivo, pudo haber creado tanto, hacerse grande en el tiempo, ser amado por su pueblo, coronar de gloria su carrera con el ingreso al Salón de la Fama de los Músicos Latinos, en abril pasado; y, pasar a la eternidad, no solo por su obra, sino por su transparencia, talento y generosidad.
Muchos se nutrieron de su sabiduría, que la compartió hasta el final de su vida.
Y fue patriota y humano: “... La vida yo la diera por no verla sufrir...” dijo de su Patria, a la que dedicó muchas de sus más de 600 canciones.
¡Gracias, por tu estela musical inigualable!