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Diario Extra Ecuador

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El jugo de naranja  dejó un saborcito...

Por: Juan Manuel Yépez   @juanmayepez

Hay un ‘tufo’ ácido en aquel famoso informe sobre la insalubridad en el 32% de los puestos de venta de jugos de naranja, que han proliferado en los últimos meses en la capital. Lo digo porque en la ciudad existen miles de negocios de comida que aparentemente han pasado desapercibidos para los investigadores del municipio quiteño, tan preocupados por lo que bebemos bajo el tremendo solazo que hace por las mañanas. ¿Por qué las naranjas y no las tripas, el mote, los chochos con tostado en canastas, los refrescos de jamaica que parecen de limón, pero que saben a tamarindo, de las espumillas y grosellas afuera de las escuelas? Dirigir los dardos exclusivamente a las jugueras que trabajan con esa fruta deja una sensación discriminatoria que pone a volar la imaginación. ¿Qué pasó con ese 68% restante que, al parecer, sí cumple con las normas de higiene? También salió fregado porque la cosa se puso tan densa que los capitalinos ya piensan dos veces antes de comprar una naranjada. El problema es más de fondo. Las oleadas de vendedores ambulantes que tanto preocupan a los cabildos responden al nivel de desempleo actual en el país que, sumado a los efectos del terremoto, además provocó una estampida de damnificados que migraron a las grandes ciudades buscando reconstruir sus vidas. A eso hay que ponerle el ojo, en especial a ese segmento de mujeres que deben velar por sus hijos. Es bueno que las autoridades se preocupen por la salud de las personas, pero a través de un plan integral que incluya no solo frutas cítricas y normas higiénicas que indudablemente se deben cumplir, sino también programas de capacitación para los comerciantes minoristas que tienen todo el derecho a subsistir.

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