Opinión
Cartas al Director
La invitada del día
Manuela Cañizares
Por: Silvia Buendía
@silvitabuendia
Me alegró saber que hace unos días una organización política convocó a un encuentro sobre mujeres y libertad en remembranza de Manuela Cañizares, la heroína quiteña del 10 de agosto. Lástima que, en la invitación a este evento, por un error imperdonable, la imagen que se veía era la de otra Manuela, Manuela Sáenz.
¿Qué sabemos de Manuela Cañizares? Puede que no sepamos lo suficiente. Sin ella, tal vez no hubiera existido un 10 de agosto de 1809. Cañizares fue esa voz rabiosamente decidida que zarandeó a los próceres que la noche del 9 de agosto se disponían a marcharse de su casa para tratar el tema de la insurrección otro día. En ese momento Cañizares abofeteó a los indecisos con una frase inmortal: “¡Cobardes! ¡Hombres nacidos para la servidumbre! ¿De qué tenéis miedo? ¡No hay tiempo que perder!”.
Manuela Cañizares fue una mujer indomable, libre, autónoma, dueña de su vida y de su cuerpo; feminista, aunque en ese momento ni ella lo supiera. Nunca permitió que el Estado, ni la Iglesia, ni la época en la que le tocó vivir le impusieran sus normas. Se mantuvo soltera, para escándalo de su tiempo, para poder compartir su cama con quien quisiera. Algunos contemporáneos de ella dijeron que era “mujer de aliento varonil” o que “se hombreaba con los próceres de agosto”. Y en esos días machistas -muy parecidos a nuestros días- se lo decían como un elogio.
Cañizares fue mal vista por la sociedad en que vivió. Hoy tampoco sería vista con buenos ojos por los sectores más conservadores. Pero, precisamente hoy, necesitamos miles de Manuelas Cañizares. ¿De qué tenemos miedo? No hay tiempo que perder.
Pasos peatonales e indisciplina
Por: Nicolás Ulloa
YA SE HACE costumbre en nuestro país bloquear una carretera o adoptar actitudes parecidas, para reclamar contra el Gobierno o contra la autoridad municipal respectiva exigiendo tal o cual obra pública, o quejándose de tal ordenanza, sin tomar en consideración el tremendo daño que se hace a la comunidad en general, o el trastorno económico que eso significa para muchos ciudadanos particulares o empresas de diferente género, por más justificado que pudiera ser el reclamo.
EN EL CASO de Guayaquil, queremos referirnos a los pasos peatonales en varias zonas donde el tráfico crece día a día y, concretamente, a las avenidas Domingo Comín y a la Perimetral, donde la semana anterior hubo fatales atropellos de peatones por culpa de choferes irresponsables que manejan a alta velocidad por falta de control policial, pues se debe sancionar severamente a quienes infringen la ley.
POR OTRA PARTE, se exige construir un paso peatonal en la calle tal. Se lo construye, pero poca gente lo utiliza, pues muchos prefieren correr el riesgo de cruzar una calle corriendo o “toreando” a buses, taxis y carros particulares, porque así somos de indisciplinados. Nos gusta reclamar, pero después a muchos les da pereza subir y bajar de un paso peatonal; además de que, cuando cae la tarde, algunos de esos pasos se convierten en dormitorio de indigentes, mientras los malhechores aprovechan también para asaltar al primero que pasa.