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Opinión

Cartas al director: Un baño de moralidad frente a la corrupción

Si no fuese por los valores eternos y por los héroes que dejaron el legado de ejemplo y virtud, no habría equilibrio en la sociedad.

Sócrates, quien se glorió de no servir a reyes sino a leyes. “Un educador de juventudes”, enemigo de la ignorancia y la mentira, por su intachable honestidad e insobornable sentido de la justicia, se ganó el amor de discípulo como Platón, quien lo inmortalizó en su obra “Diálogos socráticos”, donde quedaron plasmados algunas de sus frases célebres; “Solo sé que nada sé”, “Conócete a ti mismo”, así como también el odio de colegas y políticos.

Si no fuese por los valores eternos y por los héroes que dejaron el legado de ejemplo y virtud, no habría equilibrio en la sociedad.

Cuando uno asume el liderazgo no se debería dejar obnubilar por la jerarquía, tampoco perder el horizonte, la identidad, ni actuar replicando “el doble discurso”.

Cuando nos salen bien las cosas, enseguida buscamos el qué y no el ¿por qué?, luego nos frustramos y señalamos un culpable que en muchos de los casos es inocente, o buscamos los mecanismos para anular toda prueba.

Cuidado con el doble discurso porque así como sirve para llegar a la cima puede hacer caer muy feo. El más claro ejemplo del mea culpa, del reconocimiento de los errores humanos y de que nada quede pendiente antes de morir fueron Eugenio Espejo y Juan Montalvo, a quienes se los acusó de conspiradores por defender los derechos inalienables que tiene el hombre; la libertad de pensamiento, de culto o de ideología política, por desasnar la ignorancia.

Mariana Tobar Arce.