Opinión
Cartas al editor
¡Que todos hagamos política!
Quiero partir de la premisa de que la política es todo lo bueno y que la politiquería es todo lo malo. La política es ciencia, cultura y arte, se constituye en la ciencia más importante que existe. Además, la cultura es una expresión política, igualmente, el arte es una forma de señal o dar a conocer el desarrollo del pensamiento en sus diversas formas.
Es necesario que todos los ecuatorianos participemos con conciencia en la actividad política. Es un deber y un derecho participar en los procesos políticos. No es posible que nos sigan engañando politiqueros y pelafustanes, de la peor ralea, que se aprovechan de la ignorancia de la ciudadanía en este tema tan importante. Bertot Brecht señalaba que “el peor analfabeto es el analfabeto político”. Aristóteles consideraba que “el hombre es un animal político. Y si no es político, es solamente animal”.
“Los que quieren tratar a la política y a la moral en forma separada nunca entenderán nada sobre ninguna de las dos”. Eso escribió Jean-Jacques Rousseau, y yo estoy de acuerdo. La práctica de la política no solo puede, sino que debe conciliarse con los imperativos de la honestidad. Pero, ¿qué es la honestidad o la deshonestidad para un político? ¿Es posible siquiera que un político sea honesto?
La pregunta llega al corazón de la democracia. Cuando los electores descalifican a los políticos por deshonestos, los movimientos antidemocráticos florecen. Sin embargo, todos los políticos saben que la ambigüedad y la componenda tienden a triunfar sobre las verdades universales. A veces es necesario elegir el mal menor. Nuestros patrones normales de decencia y probidad no siempre se pueden aplicar, aunque no porque el cinismo y la hipocresía sean lo único que importa en política.
Lic. Ricardo Ordóñez Jaramillo.