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Opinión
Cartas al director: “Una caridad para el año viejo”...
Esa era la frase que en nuestra niñez nos tocaba repetir, tarro en mano, para lograr que la “caja común” pudiera tener las necesarias monedas destinadas a ser repartidas entre los dueños del “viejo” que quemábamos a las doce de la noche, exactamente, entre el último y el primer día de los años que se suceden.
Esa era la frase que en nuestra niñez nos tocaba repetir, tarro en mano, para lograr que la “caja común” pudiera tener las necesarias monedas destinadas a ser repartidas entre los dueños del “viejo” que quemábamos a las doce de la noche, exactamente, entre el último y el primer día de los años que se suceden.
Esa mendicidad infantil, para aquellas épocas, solo se realizaba el 31 de diciembre y no con la gran anticipación que ahora se están acostumbrando.
Además, era la tradición que a los “viejos” se los elaboraba en familia, usando el aserrín y las virutas que nos regalaban los carpinteros del barrio (ahora ya han desaparecido). Y la ropa venía de prendas que padres, tíos, primos, etc., daban de baja por demasiado usadas. Y, por supuesto, se introducía en las entrañas del muñeco, los respectivos petardos para que suenen con estrépito a la hora de la incineración.
Ahora, en cambio, a los muñecos se los compra en esos lugares donde se los ofrece por cientos. Y en ciertos barrios se acostumbra a fabricar “viejos” enormes que son la caricaturas de personajes de los “cómics”. Y a veces, con cierta intención política, caricaturizando a los personajes que andan de moda en el gobierno o en la oposición.
Pero lo importante es que la costumbre persiste. Y “como tiempos pasados fueron mejores”, añoramos las épocas en que la “fabricación” del muñeco era una obra sencilla y común de quienes prometían portarse mejor a partir del próximo año 2017. (FCV)