Opinión
Columnas: Lecciones para no olvidar
Las carreteras en todo el país sufrieron un impacto que nadie imaginó: extensos tramos se fueron a pique o se derrumbaron cuando los cerros por donde pasaban se vinieron abajo.
Aunque han caído unos aguaceros fuertes en los últimos días, tengo la impresión de que nuestra estación lluviosa, a la que llamamos invierno, estaría llegando a su fin, pero dejando lecciones que no debemos olvidar, puesto que no solo alteraron la geografía, sino que causaron cuantiosas pérdidas en la nación.
Las carreteras en todo el país sufrieron un impacto que nadie imaginó: extensos tramos se fueron a pique o se derrumbaron cuando los cerros por donde pasaban se vinieron abajo. Se perdieron vidas humanas y económicas por falta de suficiente espacio como base de sustentación.
Las acumulaciones de sedimentos tomaron los cauces de los ríos, y las inundaciones fueron el pan de cada día, incluso en muchos sitios las bases de sustentación en calles y puentes se desmoronaron evidenciándose que no se pensó en ninguna contingencia. Junto a una casa de 2 o 3 pisos se adosaron otras cuyas bases no resistieron la cantidad de agua de las lluvias, y se formó la zona de peligro. Afloró también la necesidad urgente de un frecuente drenaje de ríos, especialmente en la cuenca del Guayas; porque la creciente del río Guayas por un lado y la pleamar del estero Salado por otro, no permiten la realidad de aguas lluvias, máxime que algunas personas taponaban las alcantarillas para que las calles se llenen de agua y así poder “ganarse algo” empujando carros...