Opinión
Columnas: La honradez con los dineros públicos
Ojalá ese buen ejemplo pueda repetirse siempre dejando de lado tanto desfalco que parecería ser normal en tiempos críticos donde hurtar un centavo es una ofensa a Dios y al pueblo que los elige.
Los funcionarios públicos deben administrar dineros ajenos, es decir laborar cada día con finanzas que el solo hecho de apropiarse de las mismas es un delito y una traición visible de aquellas épocas en que las promesas de campaña eran parte de un esfuerzo delirante por ayudar a una nación que deposita las esperanzas en politiqueros que siempre prometen y casi nunca cumplen a cabalidad para las funciones que fueron designados.
Con los años vemos impávidos que siempre sucede lo mismo, dando la impresión de enfrentar a la mentira y la habilidad engañosa de quienes difícilmente cumplen con la ética y una buena costumbre que hoy es exenta de cumplimiento, cual es la necesidad imperiosa de laborar con pulcritud en el manejo de la cosa pública. La honestidad es una virtud escasa, pero sería necesario que los electores se fijen en quienes no solo parecen, sino que son honestos. En los gobiernos seccionales que últimamente se han visto exentos de problemas, reflejando obra pública visible que justifica los montos invertidos.
Es innegable la labor que han cumplido aquellos funcionarios públicos que viven al margen de demandas y robos. Ojalá ese buen ejemplo pueda repetirse siempre dejando de lado tanto desfalco que parecería ser normal en tiempos críticos donde hurtar un centavo es una ofensa a Dios y al pueblo que los elige.
La sanción ejemplarizadora es votar solo por candidatos que hayan demostrado pulcritud en la administración de la cosa pública. Caso contrario, los electores no deberían protestar, pues son los votantes quienes con prolijidad debemos elegir a quienes dirijan los destinos de nuestra nación con amor patrio, es decir con prolijidad en el manejo de las arcas públicas.
Por Eduardo E. Jiménez