Opinión
Columnas: Tributo postrer a Irma Aráuz
Su voz quedó grabada en la memoria colectiva de nuestro pueblo.
Su voz quedó grabada en la memoria colectiva de nuestro pueblo. Los escenarios, nacionales e internacionales, que Irma engalanó con su actuación, aún conservan los ecos de la música que interpretó con pasión y amor a lo que era lo suyo, el arte. Esta noble amiga se nos fue, pero nos dejó la riqueza de su alma y de su talento artístico. La recordaremos siempre con esa frase que encierra mucho de lo que fue: La Dama del Pasillo.
Irma fue una luchadora incansable, soñadora y guerrera hasta el final. Batalló contra reloj por su salud, pero la enfermedad que se la llevó le ganó la partida. Con vana ilusión esperó, hasta que se consumieron sus días, un prometido premio Eugenio Espejo, que nunca llegó.
Una calle de la ciudad que tanto amó, Guayaquil, debiera llevar su nombre. También merece un busto en su honor. Se debiera dedicar un espacio, en el cual todos los artistas, del género que fuesen, tengan un monumento en homenaje a su fructífera trayectoria. El parque lineal, ubicado frente a la Universidad Católica, donde se desarrolla una actividad cultural muy interesante, podría ser uno de ellos. Pocos han sido levantados a la memoria de mujeres que han servido a la patria.
Ubicarlos a todos en un solo lugar sería lo ideal, poniendo una breve reseña de sus vidas. Sería, además, un punto de atracción turística. Irma y muchos otros ya están haciendo cola para tener el suyo.