Cuestionar sin miedo
El reclamo ciudadano debe tener nombre y rostro. Las exigencias de los contribuyentes a la autoridad no pueden esconderse en el anonimato porque simple y sencillamente son justas y, así no lo fueran, opinar es un derecho ciudadano.
Los reclamos a la autoridad, en general, son oportunos. Más y mejores carreteras. Más y mejor servicio de salud. Más y mejor seguridad ciudadana. Poder respirar un aire limpio y no contaminado por el esmog de los buses. Exigir transparencia en la gestión municipal. Son exigencias que deben tener una respuesta igual de oportuna por parte de la autoridad en funciones y no un silencio.
El anonimato y el silencio no pueden existir y menos en un país donde está garantizado el derecho a opinar. Claro, el ciudadano es libre de guardarse ese criterio para sí mismo, pero si lo hace que muestre su rostro. Solo así su opinión tendrá peso. Solo así su reclamo trascenderá. Solo así su punto de vista puede convertirse en el germen que cambie la cara de su barrio, de su ciudad o de su país.
La autoridad también tiene derecho a guardar silencio, sin duda, pero sabiendo que es una respuesta inadmisible y que solo provoca desesperanza en el ciudadano.