Opinión
Desde la Redacción: El perseguidor
Hace seis años el exsuperintendente de Comunicación, Carlos Ochoa, repetía como catarnica que “la ley es la ley, ni se transa ni se negocia, se respeta”.
Hace seis años se creía el zar de la comunicación en el Ecuador. Fue una época oscura, en la que la ley se manejaba al capricho del remedo de emperador que trazaba las líneas maestras de la persecución desde Carondelet.
Hace seis años el exsuperintendente de Comunicación, Carlos Ochoa, repetía como catarnica que “la ley es la ley, ni se transa ni se negocia, se respeta”, mientras anunciaba nuevos procesos de oficio en contra de los medios independientes que tanto despreciaba en sus intervenciones públicas.
Él, que intentó dar cátedra de cómo debía ser el periodismo, siendo un individuo de pocas luces que encarnaba la versión criolla de Tomás de Torquemada, jamás se imaginó que el imperio que un día quiso acabar con las libertades de expresión y de prensa en el país iba a sucumbir bajo una montaña de corrupción. Y, como la vida da vueltas, prefirió huir, asustado, mientras sus jefes caían uno a uno en el lodo de la impudicia.
Qué lástima, aquel perseguidor, adalid del “periodismo responsable”, que intentó controlar la palabra y el pensamiento, ahora ruega porque Bolivia le dé asilo, luego de que se ordenara prisión preventiva en su contra por una supuesta falsificación de la Ley de Comunicación. Él quien, encerrado en su tozudez en el búnker de la Supercom, jamás quiso dar la cara a los periodistas críticos por temor a quedar en evidencia, hoy se declara perseguido y huye de la justicia. ¡Qué ironía! ¿No que la ley es la ley?