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Opinión

Desde la redacción: las aulas del terror

La violencia no solo se vive en las calles, sino hasta en los colegios, a puerta cerrada y bajo chantaje.

Los testimonios son escalofriantes. Niños de entre 6 y 8 años que no pueden ni dormir perturbados por los supuestos abusos sexuales que habrían sufrido en una unidad educativa de Guayaquil por parte de varios profesores es el indicativo de que en el Ecuador las cosas se desbordaron. La violencia no solo se vive en las calles, sino hasta en los colegios, a puerta cerrada y bajo chantaje. Esto es lo que debe indignarnos y movilizarnos más que cualquier asunto político o religioso, ya que no se trata de un delito menor que se pueda borrar de un solo plumazo. Lo que más indigna es que, al parecer, nadie denunció el caso a tiempo y dejó que todo esto ocurriera una y otra vez. Son diez denuncias las presentadas hasta el momento en el Ministerio Público y, según la fiscal del Guayas, Patricia Morejón, las víctimas podrían ser incalculables. Es inaudito que los padres de familia envíen confiados a sus hijos a la escuela para que tengan un mejor futuro y en lugar de eso sean humillados de la manera más ruin que pueda existir sin que nadie los auxilie. Los imagino asustados, confundidos, cediendo a la fuerza a las presiones de sujetos enfermos que aprovechan su fragilidad para saciar sus más bajos instintos. Y también a sus familias, pasmadas ante tanto dolor y asco. Este no es un caso aislado. Ya ocurrió en Quito, donde 41 alumnos también fueron víctimas de abuso infantil en 2010 y el maestro en cuestión recién fue sentenciado seis años más tarde. ¿Quién les devuelve a los niños su inocencia y tranquilidad? Es hora de que protestemos por lo realmente importante, la seguridad de nuestros hijos.