Opinión
Desde la redacción: Se hunde el barco y todos quieren saltar
En las calles hay miedo. Ya ni en los restaurantes se come tranquilo, porque persiste el riesgo de que los pillastres nos madruguen en pleno almuerzo, armados hasta los dientes.

En las calles hay miedo. Ya ni en los restaurantes se come tranquilo, porque persiste el riesgo de que los pillastres nos madruguen en pleno almuerzo, armados hasta los dientes. Es que sencillamente no se puede vivir así, con la paranoia de que saldremos de casa sin saber si regresaremos sanos y salvos, mientras los políticos se ingenian las mil y un maneras de jodernos la vida con discursos vacíos de contenido y de propuestas concretas. Las cosas llegan al punto de que sentimos vergüenza de la situación del país, cada vez más asfixiado por la crisis económica y el desempleo en cualquiera de sus variantes (subempleo, empleo no remunerado o el famoso ‘inadecuado’). ¿Una prueba? Día a día, la gente de toda condición social prefiere comprar en las plazas que en los supermercados, porque la falta de billete es más evidente. Hasta los ‘aniñados’ van de ‘sport’ a visitar a las caseras, lo que nos da una idea de que lo único que se socializó fue la pobreza por la mala (o injusta) distribución de los recursos. Si los precios suben y no hay quincena que alcance, entonces se entiende que la delincuencia se reproduzca en cada esquina. Los crímenes no cesan, no hay día en que no tengamos que reportar hechos violentos de toda índole o que un funcionario público desaparezca por sospechas de corrupción, mientras el poder usa todos los mecanismos legales que puede para controlar a los medios porque no quiere que desvelemos los hechos. El régimen prefiere que hagamos relaciones públicas, diciendo lo bello que está el Ecuador, lleno de carreteras, destruidas ya por el invierno, y hospitales enormes, pero sin médicos especialistas. ¿Hay esperanza de mejorar? Respondan, candidatos, que el barco ya se está hundiendo.