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Opinión

Guerra avisada no mata gente

Luis, Jordan y Jairón no solo fueron víctimas del terrorismo, sino también de la desidia de un Estado que no ha sabido reaccionar a las consecuencias directas del proceso de desarme colombiano. El 21 de marzo, diario Expreso publicó el contenido de un informe de la extinta Senain, fechado en 2014, en el que ya anticipaba la ola de violencia que azota la frontera norte. En casi cuatro años, la provincia de Esmeraldas -así como todas las ubicadas en la zona limítrofe- ha permanecido a merced de las bandas criminales y las más altas autoridades lo sabían. Es inconcebible que, pese a la documentación existente, el cordón fronterizo siga siendo tan permeable como hace casi veinte años. Así, Ecuador se ha convertido en una especie de refugio de peligrosos narcotraficantes -muchos de ellos disidentes de las FARC- que escapan de los controles del ejército colombiano. Lo que ocurrió en Mataje la semana que termina es la evidencia palpable de lo vulnerables que somos a los embates del terrorismo. Ya en enero pasado volaron el cuartel de policía en San Lorenzo y, el 16 de marzo, un artefacto explosivo de fabricación casera fue activado en el cerco de un retén de la Armada en Borbón. ¿Cuántos atentados más deberán ocurrir para que tomemos en serio el asunto? Nuestras Fuerzas Armadas y Policía hacen un destacable trabajo para garantizar una seguridad relativa ante un conflicto que ha cobrado muchas vidas. Sin embargo, cualquier esfuerzo será inútil si no articulamos un plan de desarrollo binacional coherente con la realidad. Ya saben que guerra avisada no mata gente.