Opinión
La H destruye a nuestros jóvenes
La circulación y consumo en Guayaquil es una verdad cruel y despiadada que está en los barrios y calles de sus sectores pobres. La H tiene popularidad perversa y siniestra. Campea rampante, recluta más jóvenes y adolescentes en las zonas populares. Parece que no hay fuerza legal y policial que la detenga.
Era poco conocida. Hoy, la H no es muda. Grita “muerte” en las moradas pobres de la ciudad.
Los sometidos por la adicción y consumo no es la clase media y adinerada, sino quienes apenas satisfacen sus necesidades básicas. En cada cuadro personal y familiar hay drama y tragedia humana.
Madres y padres, con angustia y desesperación, encadenan a sus hijos para alejarlos de la adicción. Tocan puertas de los lugares de atención. Los pocos que existen no atienden lo elemental de esa demanda. El pueblo pregunta: ¿Eran necesarias tantas escuelas del milenio y ni un centro de atención para los jóvenes que viven, sufren y mueren bajo los efectos de ella?
Por eso, las madres gritan con desesperación: “H, droga maldita, que has destruido a mis hijos y a mi familia”. Es hora de que las autoridades seccionales y estatales atiendan ese grito desesperado de las familias que, aún en la precariedad, luchan por sacar a sus hijos del efecto perverso de su consumo.