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Opinión

Editorial

La “sapada criolla” reaparece

Por supuesto que son casos  de excepción, luego de que el pueblo ecuatoriano ha demostrado su  espíritu de solidaridad para ayudar a sus hermanos damnificados del siniestro que afectó a las zonas costeras del país, sobre todo Manabí. El hecho es que maleantes de siempre aprovecharon el sismo que produjo el desconcierto y el caos para aplicar nuevamente sus violentas formas delictivas de actuar hasta el punto de asaltar carros pesados que llevaban gran cantidad de donaciones (alimentos no perecibles, agua potable y vituallas) a las zonas del desastre.
  Y esa forma de delinquir no queda solo entre los atracadores que pistola en mano obligan a sus víctimas a entregarlo todo, sino que se extiende también a los “avivatos”, es decir aquellos individuos que, con su labia y sus mentiras, tratan de engañar al prójimo para sacarle lo que más puedan, presentándose como parte de algún voluntariado que ayuda a los más necesitados.
  Estos indeseables hacen recordar al “Cuentero de Muisne” (que “vendió” el reloj público de Guayaquil, nada menos); y  han surgido en estos tiempos aprovechando que estamos prestos a dar nuestra ayuda a los que sufren.


¡Ayudemos a nuestros hermanos!

Fue terrible. Todo se conmovió, no solo la Tierra, sino también el alma, la mente; todo en confusión. Parecían caerse los postes,  las paredes. De repente la luz desapareció. Se terminaron los festejos. Había que ir a casa rápido; mi esposa rezando, Petita, su hija y sus nietos igual y de rodillas. Eso es lo único que da paz en los momentos de suprema zozobra y ansiedad.
El lunes 18 corrimos a la Cruz Roja junto con el Dr. Galo Vaca, su presidente, a recoger víveres porque el problema no éramos nosotros, son ellos, los hermanos ecuatorianos en desgracia, principalmente de Manabí y Esmeraldas. Las imágenes son devastadoras. Ciudades como Pedernales destruidas en un 60%, Muisne, Portoviejo, Manta. Vimos edificios por los suelos, hospitales, casas, puentes, hoteles. Una desgracia que amerita nuestra solidaridad no solo con lloros y lamentos.
Es hora de hacer lo que hizo un señor vendedor de café con empanadas que con lágrimas dio lo poco que tenía, igual debemos hacer todos los ecuatorianos, ricos y pobres, en la medida de nuestras posibilidades colaborar para estos hermanos que tanto necesitan de nosotros. Colaboré con un día de trabajo, en la Cruz Roja de Milagro.
¿Cómo alguien puede sentirse bien mientras nuestros compatriotas se mueren ante toda clase de necesidades?...

Por Dr. Alexander Cajas S.