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Opinión

Editorial: ¿En quién confiar?

Visten como policías, como agentes de tránsito o como militares. Y actúan como tales. Claro está, mejor armados y más equipados. La delincuencia común sigue poniendo de rodillas a las autoridades y a la ciudadanía, que ya no sabe con quién mismo trata cuando se encuentra con operativos. No saben si parar y colaborar con los uniformados o evadir y correr ante cualquier sospecha.

El hallazgo -hace un par de semanas- de varios equipos, entre chalecos, gorras y otros uniformes similares a los que usa la Policía, deja en duda el control que se tiene sobre este recurso, pues debería ser más que restringido acceder a la compra de un uniforme si no se demuestra ser parte de una institución como esta.

Tal ha sido el desbande de los pillos, que actúan hasta dentro de las ciudades uniformados como agentes del orden. Incluso en las carreteras, como ya ha ocurrido en algunas intersecciones viales de Guayas, Manabí y Los Ríos, con operativos ‘truchos’ en la noche en los que han dejado ‘peladas’ a sus víctimas.

O en otros casos raros sobre los que poco control ha demostrado tener la Policía, lo hacen con uniformes casi similares, como ocurrió en Quito cuando se detuvo a 10 falsos gendarmes, de quienes después se comprobó que pertenecían a un grupo ciudadano que, por decisión propia, realiza acciones de seguridad para el bien de sus vecinos.

Así, ¿cómo pueden estar confiados los ciudadanos? ¿Cómo saber si quien realiza un operativo es en verdad un policía o un falso agente? El control debe nacer en casa.