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Opinión

Editorial: Femicidios, cobardía y terror

Jacinta, Virginia, María Fernanda, Katherine, Gladys, Araceli... no son simples nombres, son vidas cegadas por el femicidio. Son madres asesinadas por sus parejas. Son las víctimas de un delito que en Ecuador sigue sumando cifras negativas, pero que no pueden ni deben quedar marcadas solo como cifras. Eso nunca.

Desde el 1 de enero de este año hasta la fecha, el Consejo de la Judicatura ha contabilizado 40 muertes violentas de mujeres; de estos casos, 22 son femicidios, es decir, asesinadas por condición de su género. La violencia machista en Ecuador no solo que se mantiene, sino que ha recrudecido de tal manera que los femicidios casi se duplican en relación al año anterior.

La mayoría de sucesos muestra antecedentes de agresiones en el hogar, maltrato y sumisión, lo que refleja que la lucha de la mujer aún es larga. Y densa, porque aún es muy común escuchar a las propias madres pedirles a sus hijas que se comporten como mujeres ‘de casa’, que aprendan a cocinar para sus esposos, que deben saber lavar y planchar si quieren casarse, que deben atenderlos bien porque ellos llegan cansados del trabajo... herencia de pensamiento machista nacida del propio hogar. Una traba en su desarrollo personal.

Y para ahondar el problema, la cobardía de los femicidas no solo queda en matar a sus parejas, sino que en muchos de los casos cometen sus atrocidades en presencia de sus hijos y luego terminan por suicidarse, dejando a sus pequeños testigos horrorizados por tanta maldad. Niños víctimas también, a fin de cuentas.