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Opinión
Editorial: La quema de los monigotes
Es una parte del folclor de fin de año que, hasta hace algunas décadas, representaban casi exclusivamente a personajes de la política nacional o local.
Es una parte del folclor de fin de año que, hasta hace algunas décadas, representaban casi exclusivamente a personajes de la política nacional o local que habían cometido errores y eran “condenados a la muerte” con la lectura de un testamento que traía la historia reciente del personaje.
La costumbre de la quema de monigotes tal vez tiene origen español, pues existe en Valencia una jornada al año en que se reconstruyen los casos en que hubo fallas y por eso lleva este nombre, “las fallas de Valencia”, que son incineradas el 19 de marzo, dejando como una constancia entre satírica e histórica de un hecho que no debe repetirse.
En Guayaquil la quema de monigotes alcanza a miles de muñecos que embutidos de pólvora y otros detonantes, a las 12 de la noche del 31 de diciembre, reciben el fuego que causa la explosión del material que llevan dentro los monigotes y que pueden ser peligrosos. De ahí que se ha expedido una ordenanza municipal ubicando los lugares exclusivos en que se puede incinerar a los monigotes y determinando los materiales menos riesgosos con los que se los puede quemar, excepto en calles pavimentadas con asfalto, pues se deterioran.